Mucho ruido y pocas nueces
No es la primera vez que hago referencia al tema de la prostitución, y no será la última. Y no lo será porque ni puedo ni quiero quedar inmóvil e indiferente a la contemplación de las imágenes que desde los medios de comunicación nos muestran, al margen de toda dignidad social y humana, a cientos de mujeres, algunas de ellas niñas, viviendo hacinadas en cárceles de esclavitud sexual mal llamados Night Club, en medio de un malsano ambiente que no respeta las mínimas normas de higiene, sometidas por el temor a los golpes que les propinan sus proxenetas y obligadas a practicar el sexo sin limite de horas ni posibilidad de elección para poder saldar la deuda que le exigen las mafias que hasta nuestro país las han traído con promesas de trabajo legal que nunca se cumplen.
Y lo más triste: Siempre rodeadas de clientes sin escrúpulos que, conocedores de la situación de estas chicas, demandan sus servicios colaborando fehacientemente a intensificar su esclavitud y vejación así como a perpetuarlas en el tiempo, enriqueciendo a sus chulos y logrando de este modo hacer cada vez más grande el negocio del trafico de mujeres para uso y disfrute de hombres sin los mínimos valores de consideración humanos.
Deben saber que ni en España ni en el resto de Europa con excepción de Suecia la práctica de la prostitución es ilegal. En 1995 nuestro país deja de considerar delictiva esta práctica y la convierte en alegal, o lo que es lo mismo, se puede ejercer sin ser consecutivo de delito pero no se les reconoce derecho alguno, y entiendo que este hueco y la cobardía que para plantar cara a la situación han mantenido los gobiernos es la gran charca que alimenta a todos los parásitos que viven de ellas y sus dramas personales.
Continuamente se escuchan voces que claman por nuevas propuestas de ley para retomar este tema, pero lo cierto es que cuando en el Congreso de los Diputados se ha reabierto el debate para alcanzar algún acuerdo y el Parlamento de Cataluña ha confeccionado un anteproyecto de ley para su regulación, dos posturas enfrentadas frontalmente son el dique de contención para poder empezar a vislumbrar alguna posibilidad de acuerdo que logre sacar a cientos de mujeres (unas 300.000 en toda España) de la vida que impuesta o voluntariamente les ha tocado.
Gran parte de los colectivos feministas su muestran contrarios a su regularización, incomprensiblemente para mí, y se postulan por un abolicionismo que pretende hacer desaparecer el intercambio de sexo por dinero. En el lado opuesto, colectivos para la defensa de prostitutas, voces a mi parece más indicadas para opinar que ninguna otra por vivir en primera persona el problema, abogan por el reconocimiento legal de un trabajo que existe, ha existido y existirá. UGT por la abolición, CCOO por la regularización, y en medio de este revuelto de ideas y posturas miles de esclavas continúan diariamente inmersas en uno de los mundos que más hace aflorar las miserias del ser humano.
Desprotegidas, invisibles, sin derechos, sumiéndose cada vez más en el fango por la falta de unos recursos que les posibiliten ser dueñas de su cuerpo para su beneficio, de la elección de sus clientes, del disfrute de una jubilación merecida, de las posibilidades que permite la contribución a seguros sociales
Estas mujeres siguen a merced de las decisiones de otros, de las voluntades de otros. De la desesperación que con toda seguridad les supone el saberse víctimas de sus vidas, de sus explotadores, de sus leyes y de sus gobiernos, así como de las discusiones que muchos y muchas tienen desde la cómoda posición de la barrera... Continuará.