Mujer contra mujer
Abandonad toda esperanza, salmo 615º
Empieza a resultar de una cansinez supina que en cada crítica o reseña de la recién estrenada Basada en hechos reales se señale que estamos ante "un Polanski menor". Primero, porque poca relevancia tiene un juicio semejante si tenemos en cuenta que estamos hablando del director de El cuchillo en el agua, Repulsión, La semilla del diablo, Chinatown, El quimérico inquilino, Lunas de hiel, El pianista o incluso la menospreciada (y a mi parecer magnífica) El escritor; y, por tanto, se entiende que una película menor suya puede ser fácilmente superior al 95 % de los estrenos de cualquier cartelera actual del mundo. Y segundo, y esto ya es más subjetivo y por tanto discutible, porque no tengo tan claro que la nueva película de Roman Polanski sea precisamente uno de sus títulos menores (me reservo esta etiqueta para cintas como Piratas, La novena puerta o su adaptación de Oliver Twist); y es posible incluso que quizá sea uno de sus trabajos más sugerentes (al menos, a falta de un nuevo visionado que ponga en su sitio todas sus hipotéticas virtudes y carencias). Como su título sugiere, y como imagino sucede en la novela de Delphine du Vigan de la que parte, Basada en hechos reales es un film íntimamente ligado al universo de lo literario, tema muy del gusto de la cinematografía gala -recordemos títulos como Caché de Michael Haneke, En la casa de François Ozon o la muy reciente El taller de escritura de Laurent Cantet, por ejemplo-; y ofrece un duelo psicológico entre dos escritoras (una veterana y laureada; otra joven y desconocida dada su labor de negro literario, como el Ewan McGregor de El escritor) que permite al director de Un dios salvaje reflexionar sobre el tema del bloqueo creativo (al igual que hicieran Kubrick en El resplandor o los hermanos Coen en Barton Fink, ambas por cierto obras maestras absolutas), al mismo tiempo que retoma varios de los estilemas característicos de su filmografía... Entre ellos, el análisis de personalidades turbulentas y una querencia diáfana por el relato subjetivo que impregna todo el relato de una ambigüedad muy polanskiana y de una fascinación que no sufre por lo previsible de los vericuetos de la trama. Al margen de todo ello, cabe destacar también, como prueba del inexorable paso del tiempo fuera del imaginario fílmico, que quien fuera el deslumbrante descubrimiento cuasi adolescente de Polanski en Frenético, luego su esposa y habitual colaboradora Emmanuelle Seigner, es aquí la escritora veterana; mientras que la autora joven está encarnada en la gran pantalla por la magnética Eva Green, si bien el cineasta polaco no puede presumir esta vez de descubrirla: se le adelantó Bertolucci, otro viejo zorro en estas lides.
Al contrario del film de Polanski, en Disobedience no hay enfrentamiento entre roles femeninos; pero como se decía en una crítica que he leído recientemente no sé dónde, todo sea por homenajear al tema de Mecano. A Sebastián Lelio se le conoce por sus anteriores retratos de mujeres contemporáneas: los de las sendas protagonistas de Gloria y Una mujer fantástica, donde trata respectivamente temas como las relaciones sentimentales en la madurez y la identidad (tran)sexual. Ahora, en la que es su primera película de habla inglesa, este cineasta chileno culmina lo que según él mismo es una trilogía involuntaria femenina con un film protagonizado por dos actrices que comparten nombre de pila: Rachel Weisz (a la sazón productora de la cinta, y quien contrató a Lelio para adaptar la novela de Naomi Alderman) y Rachel McAdams, que aquí encarnan a dos mujeres que vivieron una relación incipiente en su adolescencia en el seno de una comunidad de judíos ortodoxos y que, con el paso del tiempo y el regreso de la primera al hogar con motivo del fallecimiento de su padre, descubren para sorpresa de ambas que aquello que una vez las unió todavía sigue vivo pese a oponerse frontalmente a los preceptos de la religión que todavía dicta la vida de la segunda. Las críticas coinciden en señalar el excelente trabajo de McAdams -que, para qué negarlo, cuenta con un rol que permite mucho más el lucimiento-, pero no es justo obviar la labor de Weisz, igualmente espléndida. A mi parecer, Disobedience es un film soberbio que va mucho más allá de ser una cinta sobre una relación sentimental lésbica, pues trata temas de más alcance como la oposición a las convenciones sociales y el enfrentamiento entre creencias religiosas y libre albedrío; y que está pasando injustamente desapercibido por los cines y las puntuaciones de la crítica especializada, pues no tiene nada que envidiar (de hecho, casi que diría que es superior) a la también estupenda Una mujer fantástica, la película de Lelio que le ha valido a Chile su Oscar a Mejor película de habla no inglesa este mismo año.
Para terminar con esta nota, y ya que hoy hablamos de Polanski, no quiero dejar pasar la ocasión de recomendar el excelente monográfico que le ha dedicado recientemente el crítico Joaquín Vallet y que pasa a engrosar la lista de títulos de la indispensable colección Cineastas de Cátedra. Imagino que por motivos de entrega y fechas de imprenta el autor apenas contempla su última película -pero como es amigo en Facebook puedo debatir con él sobre la misma; ¿no se mueren de envidia?-, pero sí da buena cuenta de toda su filmografía anterior, como ya hemos visto bien surtida de obras maestras, sin dejar de incluir los pertinentes apuntes biográficos (decir que Polanski ha tenido una vida interesante se queda muy, muy corto), los comienzos profesionales en su Polonia natal y sus primeros cortometrajes... que por regla general ya dejaban ver algunas de las constantes que exploraría en su obra posterior. Ya saben, esa donde una obra menor vale por varias obras mayores de otros muchos realizadores a los que les evitaremos el escarnio público omitiendo piadosamente su nombre.
Basada en hechos reales y Disobedience se proyectan en cines de toda España; Roman Polanski está editado por Cátedra.