Cultura

Música y miel

Estuve en La Cantina. Sí. El pasado sábado. Una brizna de pereza no pudo vencer las ganas de conocer el nuevo espacio, la nueva Sala de Conciertos. Así que estuve escuchando a Johnny Walker & The Prison Breakers, moviéndome, casi bailando. Y viendo muchas caras conocidas. Sobre todo de gente que le gusta la música, le gusta el sonido directo, les gusta el contexto de un concierto. También caras menos conocidas, desconocidas. Había buen ambiente: sonrisas, buena música, ganas de pasarlo bien… No hay demasiada posibilidad en la zona de asistir a conciertos de ciertos estilos musicales. Así que no es de extrañar que se pueda tomar como una fiesta. Una fiesta: disfrutar de música en directo.
Es demasiado pronto para hacer una valoración de La Cantina. La asiduidad de una programación hace que evolucione todo: tanto el público (en edades, gustos, disposición, disponibilidad…); como el programa: que escucha y asume las sugerencias y las demandas, y se ajusta a horarios, y crece sobre su propio concepto: en este caso mezcla, fruto, de la colaboración de lo público y lo privado. Demasiada teoría. Real. Sí. Pero teoría. Aunque vamos a tener la fortuna de vivirlo en la práctica: tenemos una Sala de Conciertos. Al fin llega una oferta que claramente tiene en consideración a algunos de los segmentos de población más olvidados (desde los dieciocho a los veintitantos años), esos segmentos sobre los que queremos aplicar además la dichosa Ordenanza sobre Locales Juveniles. Y he aquí un motivo para sacarles de los locales: alternativas de ocio.

Es cierto que también me gusta su ubicación. Porque hace crecer Villena, donde las distancias no son muy largas. Y porque su actividad puede tener correspondencia con el resto de ofertas de nuestra ciudad, potencialmente. Y porque da uso a un trozo de La Plaza, que deja de estar callada, acumulando polvo, necesitada de tantas cosas (infraestructuras, personal, dinero) que no consigue resultar atractiva para su explotación. Y al menos La Cantina arranca un pedazo del oneroso edificio para que podamos disfrutarla toda la ciudadanía. De modo que sin pensar siquiera en hacer una valoración de la apuesta, aplaudo la propuesta confiando en que crezca sana y fuerte.

Y cambiando de tercio (de cerveza también), no quiero olvidarme de esta nueva experiencia en El Primer Corte de la Miel de Ayora (perdonen si aprovecho para saludar a Marta y a Javi). Después de participar en varias ediciones –y de inevitables recortes– nos ha regalado una nueva y agradable vivencia. Puede que por las agradables vibraciones que despide la multitud que disfruta y trabaja en el festejo, puede que por el encanto de la ciudad y sus alrededores, puede que por la sensación de ser uno más –no uno más de la ciudad, sino en la celebración–. Por nuestra parte no cabe duda de que volveremos, lo que hagan ustedes, ustedes lo sabrán.

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