¿Navidad o no Navidad? Esa es la cuestión
Como bien sabemos, la historia de la Iglesia Católica se ha ido creando a lo largo de los siglos aceptando, obviando o adaptando cientos de errores, muchos de ellos cronológicos. Uno de estos errores fue el cometido por el monje Dionisio el Exiguo en el año 540 al calcular la fecha del nacimiento de Jesús, datándola la noche del 24 al 25 de diciembre.
Pero la Iglesia desde sus inicios, como decía antes, siempre ha tenido un gran sentido oportunista, un gran olfato de marketing diríamos ahora, y ha sabido asimilar como pocas religiones y organizaciones las costumbres imperantes para hacerlas propias. A poco que uno investigue en la historia se dará cuenta de que en realidad la fecha del 25 de diciembre corresponde a la fiesta pagana Brumalia celebrada por los romanos en honor del dios Sol. Esta fiesta seguía a la Saturnalia, celebrada del 17 al 24 de diciembre. Eran unas fiestas que contaban con muchos seguidores y que obviamente sería contraproducente abolir puesto que sus seguidores podrían defenderlas poniéndose en contra de esta nueva y verdadera creencia. De este modo, la Iglesia cristianizó dichas fechas en el siglo quinto, ganando así unos adeptos que únicamente vieron bautizada su celebración pero no suprimida.
Nuestro pregonero navideño del presente 2005, don Vicente Prats nos dejaba entre otras frases una que me permito tomar prestada: "Es una lástima que el belén en nuestros hogares sea sólo motivo de decoración". Sumada a ésta podríamos tomar los comentarios cínicos en muchas ocasiones que escuchamos o leemos en radio, prensa, televisión o en la cola de los supermercados y que vienen a referirse a la falsedad de dichas fechas. Se asocia este mes a un gasto desmedido en comida y regalos, se demoniza el gasto del que nadie se ve libre e hipócritamente la mano izquierda dispone el belén en la cómoda mientras la mano derecha saca la tarjeta de crédito de la billetera. Si el creciente imperio de fue la Iglesia en el siglo V supo asimilar todo aquello que encontró a su paso no menos lo ha sabido hacer el imperante sistema capitalista del que ya es imposible zafarse.
Atisbo una pequeña salida para poder llegar a la temida cuesta de enero con un poco de orgullo. Consiste en tomar de la vida aquello que nos hace bien, que es positivo. Tomar de la Navidad esos días en que uno está entre familiares y amigos, sin temer rendirse al catolicismo ni al capitalismo. Consciente de lo que uno es y de dónde se encuentra, sin aceptar mentiras ni dejarse llevar por engaños. Viviendo e intentando ser felices, que a fin de cuentas es lo que importa. Así que: ¡Feliz Navidad!