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No entiendo…

Quizás esta vez sea de las pocas veces que me salte las barreras de la imparcialidad y objetividad por la que siempre he luchado en la asociación que represento en Villena, pero también espero no tener que hacerlo demasiadas veces más, porque es fruto de la indignación, y la indignación con el tiempo se convierte en frustración. Escribo, pues, a título personal en esta ocasión, pero de trasfondo, como miembro del equipo directivo de una asociación.
No entiendo que las leyes sean interpretadas por unos de una manera y por otros de otra en función de sus intereses, ya se llamen partidos políticos, colegios profesionales, sindicatos, asociaciones, etc. No sé de leyes, pero lo que está claro es que además de tener que cumplirlas, hay cuestiones éticas y estéticas que son esenciales.

No entiendo cuando las cosas se hacen de manera mediocre en cualquier situación de la vida, pero menos entendería que una institución de nuestra sociedad que represente a un colectivo actúe de manera mediocre, porque la mediocridad lo único a lo que conduce es, bien hacia la huída, bien hacia la indiferencia de los representados.

No entiendo cuando los intereses de una persona o un colectivo reducido de personas están por encima del bien general, conducidos por la opacidad o por el propio conflicto de intereses.

No entiendo que antes, ahora o en un futuro, las siglas de cualquier partido político estén por encima de las personas que lo representan, sobre todo a nivel municipal, ya que tengo la extraña apreciación de que a los ciudadanos en general nos gusta ver que se trabaja con humildad y un espíritu vocacional de ayuda al pueblo, se está cerca de él y se toman las decisiones fruto del consenso y no de la crispación o del autoritarismo. Los códigos deontológicos deberían ser siempre un referente y un filtro en cualquier circunstancia, precisamente por representar a un colectivo.

Me cuesta entender cuando se realizan juicios de valor sin contrastar la información, sea a personas o sea a las propias instituciones, porque es muy fácil destruir en un instante lo que ha sido posible construir durante años. En este sentido, la mala comunicación y la falta de anticipación o previsión facilitan la polémica, pero también, si se mejoran, ayudan a evitarla.

Sin embargo, tengo fe a pesar de lo difícil que supone tener que tomar decisiones y comprendiendo que todos nos equivocamos. Tengo fe en que la buena gente también esté bien formada y bien asesorada para así poder tomar sus decisiones con mejor criterio. Tengo fe en que pequeños gestos sirvan para sumar esfuerzos hacia lo que consideramos que es justo y razonablemente bueno para todos y todas las personas que formamos esta sociedad y sus instituciones.

Una humilde opinión.

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