Cita con las Citas

No hay hueco

“La memoria histórica es básica y deberíamos aprovecharla antes de que desaparezca del todo”

La cita que hoy traemos es cita copiada de ladillo. De esos reclamos breves que los maquetadores de los periódicos colocan como anzuelo para que nos pesque la noticia. —Parece que en este país no hay hueco para ser moderado —declaración presentada como titular de una entrevista, publicada en INFORMACIÓN el trece de mayo de dos mil veintiuno, al escritor Albert Bertran Bas; que preguntado sobre si de su novela La memoria eres tú podemos aprender algo, respondió:

La memoria histórica es básica y deberíamos aprovecharla antes de que desaparezca del todo. Vivimos 40 años horrorosos de una dictadura, pero cuando investigas ves que una guerra es una guerra y no todo es blanco o negro. Y si nos pasara a nosotros, según en qué situaciones estaríamos metiéndonos tiros por nada, sin conocernos. Son momentos muy jodidos y te hace reflexionar e intentas ser mucho más moderado y tranquilo, aunque parece que en este país no hay hueco para eso.

El protagonista de la novela de Albert Bertran Bas –nos informa Daniel Monserrat en el periódico– es un joven de quince años, de nombre Homero, que "avanza por la historia de España" encontrándose con Robert Capa, Ernest Hemingway, Adolf Hitler, Antonio Machado o María Yáñez García (La Bella Dorita), encontrándose con la guerra civil y… Y momentos muy jodidos.

El Holocausto español. Odio y exterminio en la guerra civil y despuésPaul Preston dixit. Death's Other KingdomGamel Woolsey dixit. Villena Roja, 1936-1939. Represión de guerra y posguerraCésar López Hurtado dixit…  Lupas sobre la tragedia donde no hubo hueco para la moderación. Momentos muy jodidos. Como antes, como después en esta España nuestra en la que tantas veces, en el unos-contra-los-otros, han sobrado españoles. Como si no hubiera hueco para todos.

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4 comentarios

  1. «Villena pierde su Archivo histórico: comienza su traslado a Alicante
    Desde 2017, en total, son 4 años de cierre del archivo, 27 meses de ellos totales

    Hoy ha comenzado el traslado del Archivo Histórico Municipal de Villena a Alicante ante la incapacidad del Equipo de Gobierno de alquilar un local para su ubicación provisional, como ya avanzó hace unos días Pepe Hernández, concejal del Partido Popular, en una rueda de prensa en la que se preguntaba “¿qué más podía perder Villena?”.

    A esta situación se ha llegado por la incapacidad del Equipo de Gobierno de alquilar un local para la ubicación provisional del Archivo, ya que con el inicio de las actuaciones arqueológicas en el Palacio Consistorial previas a su rehabilitación se debía desalojar todo el edificio. Llama la atención la absoluta pasividad del alcalde y Equipo de Gobierno, que ni siquiera han informado de qué está pasando y por qué han consentido esta pérdida temporal del Archivo, de nuestra memoria como ciudad. «En Pleno, hace unas semanas, nos decían que estaban trabajando en una nueva ubicación, ocultando que ya se sabía que Villena perdía el Archivo y se iba a trasladar a Alicante. De momento hay viaje de ida, ya veremos cuando vuelve», lamentan los populares.

    Y tiempo han tenido para dar una alternativa. Como ha explicado en otras ocasiones el portavoz del Partido Popular, Miguel Ángel Salguero, el Archivo ya fue cerrado en septiembre de 2017 por el mal estado del edificio del Ayuntamiento. En octubre de 2020 un informe del arquitecto municipal, pedido por el PP, confirmó que se descartaba su ubicación en el nuevo Museo de la ciudad por los problemas de inundaciones que presenta su sótano. Desde entonces, el Equipo de Gobierno no ha sido capaz de alquilar un local que albergase, de forma provisional, el archivo. Pese a estar casi un año diciendo que «solo faltaba la firma» para formalizar el contrato y proceder a su traslado.

    Desde 2017, en total, son 4 años de cierre, 27 meses de ellos totales, pues el resto del tiempo se permitió a los investigadores contactar, solicitar los materiales de su interés y tener acceso a los mismos siempre con cita previa.

    El Archivo Municipal de Villena conserva la documentación generada por la administración municipal desde el siglo XIII hasta la actualidad. También cuenta entre sus fondos con archivos, que si bien no son de titularidad municipal, tienen un gran interés para la historia de la ciudad.

    Entre los fondos de nuestro archivo, cabe destacar los pertenecientes a: Joaquín María López, Antonio Navarro Santafé, Clero, José Julián Menor Pastor, Archivo de la Delegación Comarcal de la Liga de Mutilados e inválidos y viudas de la Guerra de España, 1936-1939; la mayoría de ellos han sido donados de forma desinteresada».
    Noticia de hoy de EPDV
    ¡Mi Enhorabuena al Equipo de Gobierno!

  2. Claro que la memoria histórica es básica y deberíamos aprovecharla antes de que desaparezca del todo pero la de verdad no la manipulación interesada de ella. Hablemos en propiedad y no desde una perspectiva sectaria.
    Franco fusiló a 22.642 personas, el Frente Popular a 70.000
    Y ojo: los condenados a muerte por el franquismo lo fueron por sentencia de un tribunal y por delitos de sangre, nunca por disidencia política. En ese caso, les caían penas de prisión.
    “En ocasiones veo muertos…”. Yo, no. Yo, todavía, no. El que los ve es Haley Joel Osment, el niño de la película titulada El sexto sentido, que hasta llegó a estar nominado para un Óscar por su actuación. Pero tan cierto como que yo no los he visto, es que hace años sí que tuve una cierta relación con los difuntos y, por lo tanto, parafraseando al niño actor puedo afirmar con toda propiedad:

    “¡En ocasiones he contado muertos!”.

    Fuera miedos, que lo mío no es de suspense. Se lo cuento. Hace ya muchos años, muchos más de los que a mí me gustaría, andaba yo por tierras del norte ocupándome en escribir mi tesis doctoral, a la vez que me ganaba la vida dando clases de Historia Contemporánea en la Facultad de Periodismo de la Universidad de Navarra.

    Y resultó que uno de los días nublados de Pamplona, que son unos cuantos al año, apareció por aquella ciudad Ramón Salas Larrazábal. A Don Ramón —como naturalmente yo le llamaba— le sorprendió la Guerra Civil siendo estudiante de Ciencias y se alistó en El Requeté. Terminada la contienda ingresó en el Ejército del Aire, formó parte de la Escuadrilla Azul en la guerra contra Rusia y como militar hizo una brillantísima carrera.

    Pero Ramón Salas Larrazábal, además de militar, buena persona y gran conversador, era un historiador como la Plaza del Castillo que, si no es la más grande, desde luego es la más famosa de las plazas de Pamplona. Por entonces, preparaba su libro sobre las cifras de la Guerra Civil. Así es que a mí, que era un niñato que estaba empezando, todo esto me animaba a saludar a un historiador consagrado.

    Nunca había coincidido personalmente con Salas Larrazábal, pero me di maña para llegar hasta él y presentarme. Y nos caímos tan bien desde el primer momento que los dos días que Don Ramón permaneció en Pamplona, le acompañé a todos los lados. Bueno, a decir verdad, realmente todos los sitios por los que anduvimos se redujeron a dos, porque no fuimos a ningún otro. Solo estuve con él en el hotel donde se alojaba y en el Registro Civil.

    Don Ramón, por aquellas fechas, había visitado ya la casi totalidad de los Registros Civiles de España, contando, uno a uno, los muertos de la Guerra Civil de los dos bandos y los fusilados de la postguerra. Me pidió que le ayudará, lo que fue todo un honor para mí durante los dos días que estuvimos trabajando juntos.

    Además, tuvieron muchas más garantías los tribunales militares de la postguerra, que las actuaciones de los matones de las checas, regentadas por socialistas, comunistas y anarquistas
    Él me explicó que en el Registro Civil no se puede hacer constar los motivos infamantes de la muerte de los reos, de manera que Don Ramón ya me advirtió que nunca me encontraría un registro que dijera que una determinada persona había sido fusilada. Pero tampoco era difícil descubrirlo, porque los que nosotros teníamos que contar no se morían ni de cáncer, ni de pulmonía con los fríos de Pamplona, sino que fallecían de hemorragia en las tapias de la Vuelta del Castillo (no es coña). Y no hace falta haber vivido en la capital de Navarra para saber que ese no es el nombre de ningún hospital.

    Don Ramón me contagió su paciencia benedictina, lo que me permitió aguantar sin desfallecer y llevar a cabo aquella tarea tan rutinaria y tan pesada. Y nos dimos una soberana paliza a trabajar, hasta que revisamos todos los tomos de defunciones del Registro Civil. Por lo tanto, no miento: “Yo, en ocasiones, he contado muertos”.

    Así es el trabajo del historiador: silencioso, humilde, minucioso y muy largo, y todo para, al final, obtener un dato o una cifra exacta. Todo lo contrario del método del toca-memorias Pedro Sánchez, al que después de pasarme más de cuarenta años desatando el balduque de los legajos en archivos no puedo menos que decirle, para mi desahogo, lo mismo que le soltó el labriego al vecino inoportuno: “no me toques las memorias…, que vengo de vendimiar”. Aunque ahora que lo pienso, ya no recuerdo si el aldeano dijo exactamente eso, o dijo otra cosa.

    Me llevan los señoritos cuando oigo las cifras que se están dando sobre los represaliados por Franco, las llamadas por el toca-memorias “víctimas del franquismo”. No pocos políticos, periodistas y contertulios repiten los tópicos y las mentiras de siempre, sin documentarse, sin haber leído nada, despreciando a Ramón Salas Larrazábal y a otros tantos que, como él, se dejaron la vida en la recolección de la uva histórica.

    Pues bien, veamos, en esta ocasión, la mentira y la verdad sobre el número de los fusilados después de la Guerra Civil, que de los penados con cárcel me ocuparé en otra ocasión, en algún próximo domingo.

    Conviene aclarar que todo lo de la Guerra Civil y sus secuelas es deseable que no hubiera pasado pero, puesto que pasó, contémoslo como fue. Los condenados a muerte después de la guerra lo fueron por sentencia de un tribunal y en todos los casos fueron condenados a la pena capital por haber cometido delitos de sangre, nunca por disidencia política, porque en ese caso, les caían penas de prisión.

    Es decir que, en principio, estos condenados tuvieron más garantías que las dispensadas por los socialistas que asesinaron a Calvo Sotelo, y, desde luego, mayor culpa que la del jefe de la oposición de la derecha durante la Segunda República.

    Además, es de justicia reconocer que no es lo mismo juzgar y fusilar a un asesino, que matar y violar a monjas y laicas católicas como hicieron los socialistas y sus aliados del Frente Popular. Sin duda, y a pesar de todos los defectos que se quiera, tuvieron muchas más garantías los tribunales militares de la postguerra, que las actuaciones de los matones de las checas, regentadas por socialistas, comunistas y anarquistas.

    Además, cuando se habla de los fusilados de la postguerra por cometer delitos de sangre, conviene recordar que, por entonces, la pena de muerte estaba vigente en muchos países con regímenes democráticos. Sin ir más lejos, nuestros vecinos, los franceses, abolieron la pena de muerte en 1975.

    Comparaciones: después de la Segunda Guerra Mundial las represalias en Italia provocaron 67.000 ejecutados. En Francia fusilaron a 85.000 franceses
    La primera cifra de los fusilados la proporcionó Heriberto Quiñones, un comunista que fue detenido en 1941, cuando intentaba reorganizar el partido, al que se le incautó un informe en el que afirmaba que, desde abril de 1939 hasta 1941, se había asesinado a medio millón de personas en paseos y ejecuciones.

    Y esa fue la cifra oficial para la izquierda durante un tiempo, hasta que Gabriel Jackson, en 1967, la rebajó a 200.000. Ocurrió que Jackson había visto una estadística que hablaba de 213.843 muertes violentas. Él redondeo hasta los doscientos mil, pero su sectarismo le impidió ver que esa violencia de la estadística se refería a muertes que incluían homicidios, envenenamientos, incendios, epidemias, hambre, frío, etc… Y lo increíble es que todavía algunos siguen a cuestas con la cifra de los 200.000 fusilados.

    A día de hoy, la cifra más creíble es la que proporciona Carlos Fernández Santander, que da un total de 22.642 fusilados en doce años, de 1939 a 1950. Cifra a la que si se quiere se puede añadir las 1.362 muertes violentas por causas desconocidas del año 1939 y las 1.474 muertes del año siguiente, lo que sumaría un total 25.477, un total bien alejado de los que han dado los autores citados anteriormente.

    Y sin el propósito ni de entrar en una guerra de cifras ni de justificar lo injustificable, pero por situarnos en las coordenadas de aquel tiempo, debo decir, que los ejecutados por el Frente Popular en los tres años de Guerra fueron 70.000, y que después de la Segunda Guerra Mundial las represalias en Italia provocaron 67.000 ejecutados. En Francia todavía fueron muchos más, casi el cuádruple que en España: nuestros vecinos fusilaron a 85.000 franceses.

  3. Otro día hablaremos de Paul Preston, Robert Capa, Ernest Hemingway, Adolf Hitler, Antonio Machado o María Yáñez García (La Bella Dorita), te admiro pero así bajas escalones. La verdad y las hemerotecas como bien sabes nos iluminan. Un abrazo Mateo.

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