Abandonad toda esperanza

No me toques el rito que me irrito

Abandonad toda esperanza, salmo 269º
Eso es lo que le pasa a Anthony Hopkins hacia el final de El rito, enésima aportación (después de otros casos ilustres como los de Emily Rose o Emma Evans) al subgénero de las películas de exorcismos que en el mundo han sido desde que en 1973 se estrenara, con polémica, nominaciones al Oscar y colas kilométricas en los cines incluidas, la mítica (y todavía no superada en estas lides) El exorcista. Aquella cinta dirigida por William Friedkin a partir del libro de su tocayo William Peter Blatty todavía hoy provoca pesadillas en los espectadores más impresionables, algo que muy difícilmente logrará este nuevo acercamiento al tema.

Y es que, además, durante buena parte de su metraje este film de Mikael Hafström tampoco es que pretenda asustar a nadie: más cercano a un drama de suspense que a un relato de terror al uso, El rito pretende, y por momentos lo consigue, pasar por un testimonio veraz -no falta al comienzo el inevitable letrerito de "Basado en hechos reales"- acerca de los rituales de exorcismo que practican algunos sacerdotes a lo largo y ancho del orbe, haciendo todo lo posible por sacar del cuerpo de los supuestos poseídos un mal para el que sería mejor llamar a un siquiatra. Así, estos modernos exorcistas, y valiéndonos de la comparación que realiza el personaje encarnado por Hopkins de los demonios como ladrones que no encienden las luces del hogar asaltado para que nadie se percate de su presencia, se convierten en una suerte de Policía de la Iglesia que no habría disgustado a los mismísimos Monty Python.

A este realizador sueco, que ya se acercó al género con aquella discreta adaptación de un cuento de Stephen King que fue 1408, hay que reconocerle la capacidad de crear atmósferas inquietantes desde el comienzo, con una secuencia de créditos de lo más sugerente en la que el protagonista, que regenta una funeraria junto a su padre -encarnado por un intérprete al que nunca me canso de ver: el gran Rutger Hauer-, prepara el cadáver de una joven para el sepelio. Lamentablemente, lo que podría haber sido un relato serio sobre una crisis de fe se convierte, por un lado, en un film de terror demasiado convencional cuando el cura al que encarna Hopkins es poseído por un diavolo y pasa de repartir hostias consagradas a hostias laicas, una de ellas a una pobre niña a la que deja hecha unos zorros. Y, por otro, se revela como una nueva herramienta en manos de la Iglesia católica apostillando aquello de que si el Diablo existe -y la película da buena fe de ello-, Dios ha de existir también.

Poco más o menos lo contrario dice el argumento que sirvió de frase promocional a The Last Exorcism: "Si crees en Dios, entonces debes creer en el Diablo". El realizador, un prometedor Daniel Stamm, se vale de la estética del falso documental para poner en tela de juicio a los farsantes que practican determinados rituales -el protagonista es uno de ellos, además nada disimulado, si bien lo hace con la mejor de las intenciones-, para convertirse al final con una pirueta argumental de lo más sugerente en un film verdaderamente espeluznante. La cinta, dicho sea de paso, o no llegó a ser estrenada aquí después de numerosos retrasos o bien pasó sin pena ni gloria por nuestros cines... y resulta muy superior a esta que nos ocupa, que sin ser del todo despreciable presenta bastante menos interés, y que ha sido estrenada con todos los honores. Los caminos del Señor son inescrutables.

El rito se proyecta en cines de toda España.

(Votos: 0 Promedio: 0)

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *

Botón volver arriba