Opinión

No sin mi hija

Con este titular quiero dar paso a mi columna mensual, en la que voy a hablar de un acto trivial y cada vez más cotidiano del que muchas veces no valoramos las consecuencias: subir una foto de tu hijo o hija a Facebook.
La red social de Zuckerberg está plagada de perfiles como el tuyo o el mío donde subimos normalmente cosas agradables: las imágenes de una excursión, el día de convivencia con los compañeros de la comparsa, una comida en el campo con los amigos o la familia o los primeros pasos de nuestro hijo por la playa. De los perfiles de los “eternos cabreados” hablaré otro día.

Desde que comprendí el uso de las redes sociales, y más desde que me con¬vertí felizmente en padre, no subo fotos de mi hija a Facebook. Ni a esa red ni a ninguna otra. En primer lugar porque no soy nadie para crear un rastro digital de ella en las redes. Claro que me gusta que mi familia vea como crece, lo bien que dibuja o cómo lo hemos pasado el sábado pasado en Alcalá del Júcar, pero em¬pleo los mensajes privados para ello. Porque a Facebook nos gusta subir cosas di¬vertidas, proyectamos la imagen de cómo queremos que se nos vea, y no otra.

En segundo lugar, la legislación en cuanto a redes sociales y la publicación de fotos de menores es un tanto laxa, de hecho subir una foto de tu retoño no es nin¬guna ilegalidad, al menos hasta el momento. Ahora habría que preguntarse, ¿cómo le sentará a él o a ella den¬tro de 20 años que su foto haya ido circulando sin rumbo por la red? Seguro que no le hace gracia verse comiendo arena de playa desnudo, y es más, en algunos países europeos ya hay sentencias favorables a los perjudicados que han tomado la determinación de denunciar lo que consideran una violación de su imagen y su intimidad.

En determinadas ocasiones subimos fotos que son visibles solamente para un determinado grupo de contactos, los nuestros, y así tener una falsa sensación de privacidad. Si subes una foto es para que se vea, no para que la vean 4 personas (plantéate si necesitas una red social entonces), pero basta que una de esas perso¬nas comience a hacer circular la foto, no con mala intención, para que acabe donde no debe.

No pretendo ser alarmista, cada uno es dueño de sus actos, pero los muros es¬tán inundados de fotos de menores, fotos donde llegan a aparecer sin ropa, con el uniforme escolar, delante del coche enseñando la matrícula, o en la puerta de casa. No des pistas de tu vida, no se lo pongas fácil a quien pueda hacerte daño.

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