Nobel voluble
Abandonad toda esperanza, salmo 151º
Hace unos días, los rara avis que vivimos más preocupados por estas cosas que por el resultado del partido de fútbol del domingo, estábamos ansiosos por conocer quién iba a ser el nuevo escritor galardonado con el Premio Nobel, aunque solo fuera por ver si al fin le caía a uno de esos candidatos eternos que seguramente morirán siendo eso, candidatos; y un año más ni Philip Roth, ni Thomas Pynchon ni Don Delillo fueron considerados merecedores de semejante honor, porque la academia sueca optó por el francés Jean-Marie Gustave Le Clézio. Pues vale. Como ha pasado en otras ocasiones, se trata de un ilustre desconocido para un gran número de lectores, entre los que confieso contarme, y esto puede ser significativo tanto de cierta pose elitista por parte de la academia (si somos malpensados) como de nuestras carencias culturales (si preferimos pagar el pato nosotros mismos). En este caso me huelo que la culpa es mía, aunque la poeta polaca que lo ganó hace doce años, Wislawa Szymborska, y cuyo nombre he tenido que buscar en Google, me hace sospechar lo peor.
Intuyo que con este premio ha llegado el momento de leer a Le Clézio, o por lo menos de buscar información sobre su obra para poder citarlo en cenáculos selectos... Algo que gracias a Pierre Bayard, el autor del ensayo Cómo hablar de los libros que no se han leído, pronto podría dejar de considerarse un acto reprobable. O mejor, y confiando en que Le Clézio no se entere y por tanto no pueda demandarnos: podemos empezar a inventarnos sus citas, para citar así a Le Clézio sin necesidad de leerlo. En definitiva: ser más papistas que el Papa, ser más Le Clézio que el mismo Le Clézio.
De esto sabe mucho Enrique Vila-Matas, un autor que, entre otros muchos méritos, es todo un maestro en esto de ser más autor que los otros autores: nadie duda de sus conocimientos enciclopédicos, sobre todo en lo referente a sus autores predilectos (una nómina impecable e implacable que incluye a Fernando Pessoa, Franz Kafka, Raymond Queneau, Robert Walser, W. G. Sebald y Roberto Bolaño). Pero si el escritor catalán necesita recurrir a una autoridad para defender o apostillar una reflexión cualquiera y no recuerda ninguna cita apropiada... sencillamente se la inventa. Y a ver quién es el listo que lo pilla en falso.
Su último y espléndido libro, Dietario voluble, vuelve a subrayar la laxitud con la que podemos entender las fronteras entre géneros literarios: sus páginas, que incluyen las anotaciones personales del autor desde diciembre de 2005 hasta abril de este mismo año, oscilan entre la crítica y el relato breve, la columna de opinión y el microrrelato, el aforismo y el ensayo de novela inacabada, dando un nuevo paso hacia el abismo (artístico) que ha llevado al autor a autodeconstruirse como tal y a metamorfosearse en género.
Por cierto: ¿para cuándo el Premio Nobel de Literatura para Enrique Vila-Matas? Porque si tardan un poco más en dárselo ya será demasiado tarde, y no porque le ocurra lo mismo que al paradigma de los candidatos eternos, Jorge Luis Borges -o sea, morirse-, sino porque desaparecerá para convertirse en género literario. Aunque claro, eso también le ocurrió a Borges, pero después de muerto, y entonces tiene mucho menos mérito.
Dietario voluble está publicado por Anagrama.