Nuestros jóvenes de hoy
Estamos de acuerdo en llamar adolescencia al periodo comprendido entre los 12 y 18 años de edad, iniciándose a continuación la juventud, que dura hasta los 24 años, si bien el organismo de la OMS considera que el parto en la mujer adulta, el producido a partir de los 20 años, determinar su madurez. Posteriormente se habla y se dice de sujetos adultos a todos los efectos.
Los jóvenes adolescentes son la mayor fuerza vital contemporánea existente en el mundo y sin ellos no sería posible la democracia, el desarrollo y el relevo social. Estamos quizás en desacuerdo con la demonización que se hace a este grupo de edad si bien hay muchos aspectos de la vida adolescente que deberían mejorar, e incluso en algunos hay derivas graves. Es preocupante el ocio inadecuado, frecuentemente acompañado del consumo de drogas legales o ilegales. 700.000 jóvenes, creo que esta puede ser la cantidad a tener de lo leído, se embriagan cada fin de semana y el 35% reconoce, creo yo, sin pudor, que se emborrachan una vez por semana. El consumo de drogas ilegales se está estabilizando, según nuestras autoridades, excepto el de cocaína, que aumenta ligeramente. Opino que es necesario ofrecer alternativas al ocio tradicional.
En las jóvenes, nos debería alarmar el creciente número de embarazos en menores de edad, que según algunas estadísticas publicadas son ya más de 18.000 casos cada año y creciendo, así como los abortos, los accidentes, la violencia en la calle y en la escuela y los trastornos alimentarios como anorexia y bulimia, a los que se está sumando por el otro lado una obesidad que puede acabar en epidemia y que ahora está alrededor del 14%. A los problemas anteriores podemos añadir el desarrollo psicosocial tardío que ha alumbrado un nuevo grupo de edad, los adultescentes, que permanecen en casa de los padres por razones de estudio o dificultades económicas hasta más allá de los 30 años, con una emancipación tardía. Se ha creado una cultura del mínimo esfuerzo y las palabras abnegación y sacrificio han desaparecido del mapa, y además no hemos sido capaces de trasladar a nuestros hijos el respeto y el amor por los mayores.
Capítulo aparte es el de la educación y el fracaso escolar, ya que se dice que un 30% no acaba los estudios de secundaria, situación achacable en mi opinión a unos planes educativos cambiantes e inadecuados. Las cifras son desesperanzadoras, y así, en el último informe Pisa de diciembre de 2007, un examen trianual que mide las capacidades de los alumnos de 15 años en 57 países, ocupamos malos puestos, sobre todo en ciencias y comprensión lectora. La exposición que hago a lo mejor no es quizás la mejor, pero de verdad digo que no es derrotista, es la realidad, que puede modificarse si todos aportamos nuestro granito de arena. Hemos dado a nuestros hijos más de lo que necesitan y les hemos instalado en una sobreprotección excesiva. Sin embargo creo yo, la familia es altamente valorada por los adolescentes y jóvenes y debe ejercer una autoridad efectiva, compartida y responsable, lo cual no está reñido en absoluto con el amor que tenemos y debemos manifestar a nuestros adolescentes. Por último, decir que los jóvenes necesitan de una atención nuestra diferente para una edad diferente, y sabiendo que su mundo es un mundo, algo que también nosotros hemos pasado, y por lo tanto debemos implicarnos para que alcancen el futuro deseado.
Fdo. Luis Soria Navarro