Nuevas dosis de terror
Abandonad toda esperanza, salmo 482º
Espero me perdonen si con esta llevo ya cuatro columnas sucesivas dedicadas al terror, pero como ya les anunciaba la semana pasada, la espléndida película de M. Night Shyamalan La visita no es la única muestra del género de la que he podido disfrutar últimamente. Les prometo que para la semana que viene cambiaré de tercio... o eso espero.
Mi primera recomendación de hoy es El Rey de Amarillo, un clásico de la literatura del horror que ya les mencioné en su momento cuando les glosé las excelencias de la primera temporada de True Detective, en la que la obra de Robert W. Chambers era una referencia constante. Estos últimos días, lejos del ruido mediático que supuso el serial televisivo, he vuelto con gran placer a las páginas del volumen publicado por Valdemar -subtitulado Relatos macabros y terroríficos y, como siempre, de un acabado excepcional-, que recoge los cinco relatos de carácter fantástico de la edición original junto con otras tantas historias breves rescatadas de otros libros del autor. Como posiblemente ya sabrán, El Rey de Amarillo es, en la ficción, un libro que trae la locura a todo aquel que se sumerge en sus páginas, y por lo tanto no es difícil adivinar que fue una de las principales influencias que contaminaron a H. P. Lovecraft a la hora de crear su mucho más popular Necronomicón. Ya solo por eso Chambers disfrutaría de un lugar de excepción en la historia de la literatura de terror, pero es que además sus relatos son de un estilo tan bello y sugerente que por más años que pasen seguirán leyéndose con tanto interés como inquietud. Imprescindible en toda biblioteca del género que se precie, vaya.
Sigamos con otros clásicos del terror literario, si bien en este caso protagonizan un ensayo centrado en algunas figuras del género, otras no, y donde se mezclan criaturas de ficción con individuos reales que acabaron convirtiéndose en mitos gracias a sus trasuntos literarios y cinematográficos. En efecto, en los textos que recoge Los seres agónicos, cuyo subtítulo Criaturas marginales y monstruos contemporáneos ya deja intuir por dónde van los tiros, el crítico literario Manuel Gregorio González se centra en las personalidades de Lawrence de Arabia, Mata-Hari y el capitán Nemo inventado por Verne, pero también en tres personajes cuyo concurso justifica su recomendación en una columna como la de hoy: Drácula, Frankenstein y Jack el Destripador. Tres entidades y su relación con la ciencia y las grandes metrópolis a partir de las que el autor reflexiona sobre las razones por las que su vigencia superó los límites de la época en la que fueron creados hasta alcanzar a nuestros días con una salud envidiable.
Tal y como relata González en su libro, los personajes de Drácula y el monstruo de Frankenstein nacen de sendos clásicos literarios de gran envergadura. En cambio, el tercer vértice del triángulo de los grandes iconos del terror, el hombre lobo, no contó con un origen tan noble, y fueron principalmente las películas de los estudios Universal las que, en los años 30 y 40 y a partir de viejas leyendas populares de tradición oral, configuraron el arquetipo del licántropo del que han bebido todos los que vinieron después. Precisamente a partir de esa carencia de un germen literario de relumbrón surgió el reto que el malogrado actor y realizador Jacinto Molina, alias Paul Naschy, le lanzó a su amigo Ángel Gómez Rivero: que escribiera una novela larga al estilo de los libros de Bram Stoker y Mary Shelley que recogiese en sus páginas buena parte de los aspectos y detalles del mito inventados por las películas de hombres lobo. El escritor, especializado en el género fantástico tanto en su faceta de novelista como en sus textos sobre el séptimo arte, aceptó el reto, y el resultado fue Luna profunda, una novela narrada en dos épocas distintas y repleta de homenajes a los clásicos de este subgénero fílmico. Me pillan ustedes cuando acabo de empezar a leerla, pero su mera existencia es motivo más que suficiente para recomendarles que harían bien en buscarla -fue editada hace ya un par de años- y dar buena cuenta de ella.
Y para acabar, un divertimento ligero pero de calidad, cuyo soso título podría provocar que pasara injustamente desaparecido: el primer volumen del cómic Fantasmas, titulado "Hurto hechizado", recoge las primeras cinco entregas de la serie original, a su vez una historia completa con principio y fin en la que el guionista Joshua Williamson y el dibujante Goran Sudzuka nos ofrecen un curioso cóctel de relato de casa encantada e historia de robos imposibles, y donde los protagonistas son una banda formada por criminales y por expertos en el mundo de lo paranormal que deberán robar un espíritu de una mansión espectral por encargo de un excéntrico millonario. La trama en cuestión está repleta de giros inesperados, diálogos chispeantes y sustos de primera, y su lectura supone una gozosa experiencia para cualquiera que guste del género. Como es mi caso, por si no lo habían notado ya.
El Rey de Amarillo, Los seres agónicos, Luna profunda y Fantasmas están editados por Valdemar, Berenice, Calamar y Planeta Cómic respectivamente.