Abandonad toda esperanza

¡Oh Indiana!

Abandonad toda esperanza, salmo 134º
Si suelen moverse en círculos cinéfilos, vayan haciéndose a la idea de que en los próximos días van a oír la misma cantinela una y otra vez: que Indiana Jones y el Reino de la Calavera de Cristal, la nueva aventura del más popular arqueólogo de la historia del cine, no está a la altura de las cintas anteriores, y que carece por completo de la magia de aquellas.

La única razón que explique tamaño despropósito es que para los seguidores del personaje creado por George Lucas y Steven Spielberg, tanto o más que para el propio Indiana Jones, el tiempo no pasa en balde, y las expectativas hacia una nueva entrega, desde que se estrenara Indiana Jones y la última cruzada allá por 1989, han ido creciendo de forma desorbitada. Porque esta nueva película no deja de ser una digna entrega de la saga, tan buena o tan mala como las anteriores.

Por ello, creemos que exageran aquellos que hablan de cualquier película de la saga como una obra maestra del cine. En todo caso, podrán serlo del cine de aventuras, pues limitándose al género la competencia se reduce bastante y los logros del producto brillan más en comparación con la inoperancia de muchos de sus semejantes: Spielberg es un espléndido realizador que aquí saca todo el provecho posible al guión del que parte, como hiciera con las historias del tiburón asesino, el encuentro con extraterrestres, el libertador de judíos del yugo del nazismo o los policías que detienen a los criminales antes de que se cometa el crimen. Y en esta ocasión, el guión de David Koepp respeta la estructura de las películas anteriores: un arranque espectacular, una reliquia del pasado que encontrar y unos enemigos a los que vencer.

Tan simple como eso. Pero las expectativas de los fanáticos de la serie eran tan altas que Lucas, Spielberg y compañía no podían ofrecerles nada que les satisficiera: por más que el film aporte algunas novedades (el regreso de la protagonista femenina de la cinta inaugural, el descubrimiento de que Indiana tiene un hijo), la capacidad de sorpresa se ha perdido y la sensación imperante ha sido la de una (injusta) decepción.

Lo único que se le puede criticar al film es que no ha sabido (o no ha querido) aprovechar la posibilidad que le ofrecía el envejecimiento de Harrison Ford, y por tanto del personaje, de ofrecer un colofón crepuscular a la saga, una suerte de Sin perdón del cine de aventuras, oscuro y adulto, y que podría haberse convertido en una obra maestra de su autor a la altura de Tiburón, La lista de Schlinder o Munich.

"¿Quién es ese imbécil del sombrero? Que me han dicho que estás con él. Con su cazadora de cuero, su látigo y su revólver, ¡qué bien! ¡Oh Indiana!", le recriminaban los Hombres G a sus novias allá por los años 80. Y no es de extrañar que las respectivas los dejasen por el imbécil del sombrero, con su barbita de cuatro días, porque la fascinación que desprende el personaje sigue viva, ahora como entonces. Aunque muchos de sus seguidores no sepan o no quieran verlo.

Indiana Jones y el Reino de la Calavera de Cristal se proyecta en cines de toda España.

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