Nos lo contó el profesor Emilio Soler en uno de sus "Pretérito imperfecto" de los domingos de INFORMACIÓN (14.04.2022).
El uno de febrero de 1838, Carlo Dembowski, italiano de ascendencia polaca, cruzando la frontera de Canfranc "entre torbellinos de nieve y de viento" fijó su atención sobre los muleteros –muleros preferimos decir nosotros– apreciando su pericia y sintonía con las bestias. Como dos formando unidad:
¡Qué hermoso ver a aquellos hombres intrépidos identificarse de tal modo en medio del peligro con sus animales, que hombres y mulos no parecían formar ya sino un solo ser!
Y ante el admirable instinto de un mulo director que yendo en cabeza de la reata guiaba con mucha destreza a los demás, alguno de los viajeros exclamó un lamento: ¡Oh, si España tuviera un ministro tan hábil como este macho! Pues eso, ¡oh, si España tuviera!
Cierto y verdad. Por lo visto, ya en el s. XIX, algunos ya daban muestra de su ineptitud.
Por estas tierras de La Montaña cuando vemos a los burros suele decirse:
¡Mira, un ministro!
¿Por qué será?