Apaga y vámonos

Oreja y vuelta al ruedo

¡Qué equivocados estábamos quienes pensamos que, tras años de discusión para ver qué hacíamos con la ruina de piedras venerables y centenarias, el debate sobre la plaza iba a terminar en cuanto se inaugurase el edificio!
Que si la programación, que si el sonido, que si los altavoces, que si el parking, que si la luz, que si Camps mintiendo como un bellaco, que si no es para meter punkis, que si hay toros pero al final no… El caso es que no hay semana en que no sigamos dando vueltas a ese muro de las lamentaciones perpetuas en que se ha convertido nuestro orgullo plurifuncional (guiño, guiño).

Las polémicas se solapan y apenas nos dan tregua. Dejando atrás la brillantísima gestión de nuestros gobernantes en la adjudicación de la corrida de fiestas, sobre la que ya han corrido ríos de tinta, comenzamos con el señor Manolo Carrillo, empresario taurino que reclama al ayuntamiento 40.250 euros al entender que debía haberle sido adjudicada la corrida de toros en cuanto se supo que la oferta ganadora hacía más aguas que la cubierta de la plaza cuando llueve.

Días después, la gente se solivianta y suenan las alarmas porque se está quitando la arena, una decisión absolutamente lógica –total, para una o ninguna corrida al año…– pero en la que han fallado estrepitosamente los mecanismos de comunicación del Muy Ilustre, al que muy poco le habría costado anunciarlo con antelación y explicando las razones –legítimas, comprensibles y prácticas– que les llevan a tomar tal decisión –transformación en “polideportivo” incluida–, en lugar de procurarle un sofoco a más de uno y verse obligados a salir a posteriori a defenderse de unas críticas que se podían haber ahorrado con tan solo poner en práctica su prometida transparencia.

Fue tal el susto que a algunos –también al PP, faltaría más– les ha faltado tiempo para decir que esto es un paso más para prohibir los toros en Villena, porque si ya es difícil conseguir la cesión de la plaza, imaginen si además hay que pagar por poner la arena… Lo cual, ciertamente, no deja de ser de chiste. Y es que, como suele decir mi estimado Paco Gracián, los más peligrosos enemigos de la tauromaquia se encuentran entre las propias filas taurinas, vean si no: si el señor Manolo Carrillo es capaz de asegurar que ha dejado de ganar 40.000 euros por el bolo del día 7, solo se me ocurre decirle a los empresarios interesados (y a quienes dicen que quitar la arena es casi prohibir los toros) que paguen la reposición de la tierra de su bolsillo y ganen solo 35.000, que para un día de trabajo tampoco está nada mal, ¿no?

Y para rematar la faena y la semana, las peñas taurinas (esto ya parece “Regreso al pasado”) anuncian una concentración para reclamar corridas de toros, precisamente ahora, cuando Los Verdes parecen recordar lo que han sido y son y empiezan a actuar como tales para alegría de los colectivos animalistas y sorpresa (???) de los aficionados.

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