Fiestas

Orgullo de ser

Escribo estas líneas el día en que la Selección Española de fútbol se juega su pase a la final del Mundial y veo las banderas de España en balcones, ventanas o coches. Acabo de repasarlas cuando la Roja es campeona del mundo. La gente, durante estos días del Mundial, se ha enfundado la camiseta patria y ha paseado con ella reivindicando su pertenencia a un país, sacando a flote un sentir para muchos desconocido.
No me gusta el fútbol, pero puestos en harina me alegra la victoria española. Les diré también que para mí, observadora aséptica de esta afición deportiva, me resulta sorprendente comprobar cómo el fútbol puede arrastrar tras de sí a tantas y tantas almas que gozan, sufre y disfrutan como una sola.

Ahora bien, como voy a hablar de fiestas, o mejor, de orgullo festero, esta referencia me resulta el trampolín ideal desde el que saltar la profundidad de un sentimiento, el de comparsa, para calcarlo encima de mi misma, y seguramente de muchos de ustedes llegando septiembre, cuando la fresca obliga a la chaqueta nocturna y la luz de atardecer anuncia la proximidad otoñal. Y no me va a costar dar este salto, porque algo similar a la sensación de estar en el destino querido o en la casa añorada, o simplemente allá donde te sientes parte, pude experimentarlo hace 6 años, cuando me vestí de contrabandista después de 15 años de ausencia, llevada únicamente por el deseo de saborear la experiencia de desfilar con mi comparsa aunque fuese una sola vez. Ilusa de mí, ya no he podido, ni he querido, de nuevo la ausencia. Y no solo fue la vestimenta lo que me atrapó definitivamente a la comparsa que siempre será la cuna de mis primeras andaduras festeras, que es estandarte de mis recuerdos más queridos y pone música y color a mi infancia y al recuerdo de mi padre, en cuyos brazos hice mi primera Entrada.

Soy contrabandista, y me siento como tal, y lo digo con orgullo pero sin exabruptos ni exageraciones, pues lo percibo desde la calma y la suavidad del que realmente siente especial querencia por aquello que aun sin ser una expresión directa de la persona, o un trabajo realizado, un sueño conseguido, o una lucha acabada, es un algo que llevas adherido a lo más hondo de tu ser y se manifiesta cuando menos te lo esperas, sorprendiéndote, casi siempre, travestida de alegría que brota espontánea y dibuja irremediablemente una sonrisa en la cara o arranca alguna lágrima emocionada.
En mí, además, que no suelo cultivar mucho eso del fanatismo, esta sensación de honor por ser se vuelve impertinente y preguntona, pues me somete a rebuscar el origen de su hondo calado, aun sabiendo que cuando algo se siente adentro, allá donde lo puramente práctico se diluye, borrando todo atisbo de reacción lógica o racional, es más complicado delimitar las parcelas para reducir a la normalidad las sensaciones cuando lo que aflora desde dentro es incontrolable, o por lo menos, incontenible, respuesta que nunca llega.

Porque además en Villena, y durante todo el año, ser Labrador, o Pirata, o Corsario es una seña de identidad tan importante como el apellido o el trabajo para describirnos entre nosotros, cuando en una conversación tenemos que hacer llegar al contertulio la identidad del referid@ en cuestión, casamos persona y comparsa para facilitar la explicación. Así pues, seamos durante los días que se avecinan orgullos portadores de nuestros colores, sintámonos parte de su historia escrita y suscribamos la futura, hagamos crecer a nuestras comparsas desde la dignidad para sentir la Fiesta desde su esencia, desde el hondo arraigo que va más allá del vestirse y desfilar por el mero hecho de la fiesta. Aprovechemos estos momentos para sacar a pasear nuestros sentimientos y poder por unos días degustarlos hacia fuera, pues para guardarlos interiormente nos queda el resto del año. Felices Fiestas.

Isabel Micó Forte

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