¿Os acordáis de Bulilla?
Se nos llena la boca cuando hablamos de tradiciones, cuando ensalzamos la grandeza de nuestra ciudad, cuando, incluso, se tienen que realizar cambios en algo que personalmente tiene importancia para nosotros y no vemos, o no queremos ver, que poco a poco desaparecen costumbres que para nuestros antepasados fueron importantes y las estamos dejando perder, como es el caso de comernos la mona en Bulilla, el Grec y Las Cruces.
Este domingo, como manda la tradición, nos acercamos a Bulilla, o a sus alrededores, e impotentes pudimos ver cómo esa bonita costumbre, legado de nuestros antepasados, está llegando a su fin. Si en su momento la autovía sesgó la posibilidad de llegar hasta este paraje, Bulilla, donde disfrutábamos con nuestros padres de aquella merienda, con mona incluida, jugábamos a la correa ya un poco más mayores y oíamos a grupos de Peñas cantar las coplillas creadas para estas ocasiones, actualmente podemos afirmar que todo esto ha desaparecido o, siendo optimistas, está a punto de desaparecer.
El polígono construido en aquel lugar, junto con la ya nombrada autovía, han dificultado el acceso a Bulilla; la juventud aprovecha para tomar unos días de vacaciones; otros se marchan a las casas de campo para pasar la Semana Santa; los menos jóvenes han cambiado los locales por las cocheras de sus viviendas y solamente las cuadrillas, que mantienen una estrecha relación durante todo el año, por diversas circunstancias y ya no dependen de la edad de los hijos, se aventuran a acercarse a los alrededores de Bulilla, sobre todo a la carretera de Peña Rubia, intentando no perder aquellas tardes de su juventud donde, alguno de ellos, solidificó la relación con su pareja, en las Peñas que por aquellos días se creaban, Sioux, Trovers, Faroles, Tenorios, Duendes etc., las cuales luchaban por tener el local más arreglado y con la mejor música del momento eso sí, ¡con permiso de la autoridad competente!
Tristemente, comprobamos in situ que solamente los más atrevidos, que desafiaron el mal tiempo, entonaban, casi con miedo de hacer el ridículo, el Chinchamelá y Pequeñita como un huevo y ya te quieres casar
. Alguna madre, aisladamente, jugaba con sus hijos a la pelota, intentando inculcarles que las tardes de Pascua no se deben de olvidar, aún a sabiendas de que estos niños formarán parte de los que se marchan de Villena en futuro no muy lejano. A la vuelta ni escuché el Venimos de Bulilla, ni vi a las cuadrillas que marchaban a los locales a comerse la merienda que habían preparado las chiquillas, para que los chiquillos el día de la comida hiciesen la tradicional paella y terminar ellas, correspondiendo, como mandaba la tradición, con el chocolate. Solamente la añoranza de tiempos pasados ha quedado en mi recuerdo de la primera tarde de Pascua de este año 2007, además de la pelea con mis dos hijas para que, pienso por última vez, nos acompañasen a comernos la mona a Bulilla. ¿Os acordáis de Bulilla?