Abandonad toda esperanza

Oscars

Abandonad toda esperanza, salmo 264º
Ya sé que cada vez me mareo menos pensando en cómo titular la columna, pero es que tengo a la neurona que me queda intentando comprender por qué la Academia de Hollywood le ha cogido manía a David Fincher, ignorando a la soberbia La red social en beneficio de la académica (ah, va a ser eso) El discurso del rey... que todavía no he visto y que, soy así de chulo, me permito poner en tela de juicio. Y vale que Seven o El club de la lucha eran un poco durillas para el gusto conservador de muchos votantes, pero El curioso caso de Benjamin Button era muy oscarizable, y Zodiac -quizá su obra maestra- también... aunque de esta ni se acordaron. Mucho me temo que Fincher va camino de que le pase lo que a Hitchcock: que cuando sea viejecito le den un Oscar honorífico como disculpa por tanto ninguneo.

De todas formas pienso, como el doblemente oscarizado Dustin Hoffman, que el verdadero premio es la nominación, que considera un trabajo digno de recordarse como de lo mejor de la temporada; pero que una vez elegidos los candidatos ya es casi una lotería, quedando el resultado pendiente de filias particulares y tejemanejes entre bastidores. Aunque me molesta que se hayan vuelto a nominar diez películas en vez de cinco en la categoría principal, obvia concesión a la industria para que más títulos puedan poner en su cartel el reclamo de "Nominada al Oscar a la Mejor Película". ¿De verdad hacía falta incluir Los chicos están bien, con pareja de lesbianas y padre de alquiler incluidos, para demostrar una amplitud de miras políticamente correcta? ¿Y era necesario, por buena que sea, el doblete de Toy Story 3? Por no hablar de una de las cintas más sobrevaloradas del año, 127 horas, historia verídica dirigida por un cineasta que cada vez me interesa menos: Danny Boyle. Ya en su día Trainspotting despertó más interés del que merecía, pero naderías posteriores como Una historia diferente o La playa demostraron que no había mucho que rascar detrás del estilo ampuloso y esteticista de su director. Para que vean lo poco que me importan Boyle y los Oscars: todavía no he visto Slumdog Millionaire, y no tengo demasiadas ganas de remediarlo.

Mucho mejor me parece, sin necesidad de epatar al personal, una cinta de corte clásico como The Fighter. Este drama, también basado en hechos reales y ambientado en el mundo del boxeo, y que trata principalmente de las relaciones emocionales entre sus protagonistas, se sustenta sobre una construcción tradicional del relato y unas magistrales interpretaciones de todos sus actores, no solo de los oscarizados Christian Bale y Melissa Leo; también Mark Wahlberg, Amy Adams y Jack McGee (¿para cuándo un papel estelar para el bombero homófobo de Rescue Me?) están espléndidos. Una historia sobre la superación personal y la redención del loser como las de antaño.

Por su parte, Valor de ley acabó siendo la gran perdedora de la noche, pero si hay alguien que a estas alturas no necesita de estatuillas esos son los hermanos Coen y su actor, un Jeff Bridges como siempre soberbio que ya ganó el año pasado el codiciado galardón. En cuanto al film, hay que señalar que es el western perfecto, como perfectas quieren ser todas las películas de sus autores sean del género que sean. Y por eso mismo, por esa perfección ansiada, esta historia de venganza me dejó un poco frío. Todo lo contrario que la turbadora, desquiciante y, sí, imperfecta, Cisne negro... de la que se podría decir mucho (y bueno) pero que dado que me quedo sin espacio mejor se lo cuento en mi blog. Ya saben dónde encontrarlo.

127 horas, The Fighter y Valor de ley se proyectan en cines de toda España.

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