Estación de Cercanías

Otra vuelta de tuerca

A fecha de redacción de este artículo, las causas que motivaron la retirada del cartel que inicia definitivamente la lucha de la sociedad civil villenense contra el tráfico de drogas en nuestra ciudad –ante la pasividad y desviación de mirada que desde hace años están practicando las diferentes Corporaciones que han pasado por el ayuntamiento–, se desconocen, y todo apunta a que en desconocidas van a quedar.
Desde el actual equipo de gobierno del Partido Popular, las declaraciones han venido desde el concejal de Turismo, Jesús Martínez, y la mismísima Alcaldesa, para negar, echando un pulso a nuestra capacidad de comprensión, la participación del equipo de gobierno en dicha orden, alegando, en pos de defender algo que no reconoció, la cercanía de dos colegios y el posible daño que los niños y la imagen del pueblo puedan sufrir con este impactante mensaje. Y desde luego, o desde Alcaldía se nos hacen llegar aclaraciones más sostenibles o las ofrecidas por este concejal se pierden un poco en la hipocresía del que intenta vender una realidad inventada que sólo muestra luces y convenios firmados que de momento no dejan de ser papeles y millones adjudicados a un edificio que no va a venir a solucionar ninguno de los verdaderos problemas que tenemos por muchos ladrillos, palmeras o pirámides de cristal que nos inyecten.

Dicen que no hay más ciego que aquel que no quiere ver, y la ceguera a la que intentan llevarnos las políticas de actuación municipal del equipo de gobierno, inducida intencionadamente en un intento de oscurecer realidades que les puedan crear tachones en su “idílico” mandato, ha sido sacudida por este cartel de efímera pero estruendosa duración que ha arrojado toda la luz que era necesaria para situarnos, sin cantos de sirena, en el lugar por donde andamos de forma explícita, mostrando una realidad que, por muy dura que le haya podido parecer a algunos en la foto, no se acerca ni ligeramente a lo crudo y cruel del problema que se denuncia.

Un problema que es de todos, presentes y futuros, de los que ya no viven sin ella, y mueren por ella, de los que sufrimos las tropelías que comenten sus esclavos para conseguir una dosis diaria de veneno, de aquellos que en una edad peligrosa tienen a su disposición, y a domicilio, todo un muestrario de sustancias tóxicas que facilitan los idilios adolescentes, de los padres que sentimos el temor de que la posibilidad se vuelva realidad en nuestro hijos, de los vecinos que han visto año tras año cómo sus calles se han convertido en una desfile de muertos en vida, y de vivos en busca de perdición.

Pero lo más preocupante de todo esto, al margen de lo esencial de la cuestión y la reacción, es leer en foros y corrillos que el problema es de ZP y de su delegación del Gobierno en Alicante, que promete y no da, y que es a él a quien deberíamos presentar nuestras quejas. Y ha sido ahora casualmente, cuando hemos escuchado un reconocimiento real de que el problema existe, crece y ya es insostenible, cuando parece ser que van a acompañar a la ciudadanía en su reivindicación de soluciones. Medidas que, de momento, contemplan campaña mediática, remodelación del barrio y planes de dinamización, pero que deja claro si se acudirá allá donde sea necesario sin importar el color para pedir respuestas y soluciones, pues son ellos los que tienen la obligación de exigir actuaciones que recojan la iniciativa social, en lugar de esconderla, y llamar a las puertas adecuadas, para policía, juzgado, y conductores socio-sanitarios puedan acometer su labor con garantías de éxito.

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