Otro sobresaliente
Es viernes 8 de mayo y son las 4.30 de la tarde: esta referencia de fecha y hora es solo un testigo de que voy a narrar a tientas la primera parte de este artículo, pues esta semana voy a empezar a escribir sobre algo que todavía no he visto, ni oído, algo sobre lo que solamente tengo el total convencimiento de que podría llegar a las 600 palabras sin temor a errar o a expresar una opinión contraria a lo que me espera.
En realidad, para ser sincera, diré que sí he visto algún aperitivo a modo de fotografías en este periódico, imágenes mudas que ya sudan sensaciones y seguro espectáculo, y que vuelven a ser excepción a la ingrata generalización de conductas y comportamientos que los jóvenes llevan colgado a modo de San Benito. Las referidas fotos corresponden al musical Notre Dame de París, que están llevando a cabo los mayores del CJDB (Centro Juvenil Don Bosco) de nuestra ciudad. En estas primeras palabras mi lazarillo son experiencias anteriores que he podido disfrutar con los más pequeños y que han rebasado cualquier expectativa, porque se han rubricado con la impronta que sólo esta asociación juvenil sabe imprimir. En consecuencia, se puede asegurar antes de asistir que va a ser un espectáculo sencillo y amateur del cual sacar méritos y reseñas dignas de ser publicadas fuera de lo meramente representado, de lo interpretado, de lo bailado.
Sábado 9 de mayo: hoy sé que la premisa imprescindible que había que llevar al teatro, descontando las ganas de disfrutar del espectáculo, era una mirada limpia y formateada de todo criterio de comparación. Y por suerte yo atendí a esta cuestión, pues nada de que lo pudimos ver el pasado viernes es remotamente parecido al pasado éxito de Vivimos siempre juntos, y así es como considero que debía de ser. Me contaban antes del estreno que, después de la estela dejada por el anterior musical, estos y estas jóvenes albergaban cierto temor ante el alto listón que les dejaron sus compañeros, sentimiento perfectamente entendible pues son muchas las horas de ensayos, muchos los meses, 8 para ser exactos, muchas las ganas, las ilusiones y mucho el trabajo de todos los implicados, de nuevo padres, madres, monitores y colegio. Por mi parte, y creo que por cuenta de los que hemos podido verles, nada había que temer, pues si el anterior fue alegre y divertido, vital, cuajado de coreografías y de pegadiza música de Mecano, perfectamente ceñido a la edad de sus actores, en este último el drama y los sentimientos cuajaron las dos horas de representación, dejando unos playbacks que muchos consagrados artistas quisieran para sí, con una ambientación perfecta, un vestuario de sobresaliente y unos papeles protagonistas defendidos a capa y espada, con capas y espadas.
Y fue atrevido, y su guión hablaba de sexo como sentimiento prohibido y como regalo a ofrecer, y de tentaciones, y de confianzas rotas y amores mal entendidos, y me gustó ver eso en Los Salesianos, porque creo firmemente en que todo puede ser expuesto siempre que albergue el respetuoso conocimiento de donde se está llevando a cabo. Pero su valor esencial y hacia donde yo quiero dirigir las miradas es a la edad de sus actores, a esos difíciles años de pubertad que van de los 13 a los 16, en los cuales vamos sobrados de sabiduría ficticia, con una nueva perspectiva que no da para abarcar lo grande que nos parece todo, lo fácil que creemos que es y lo escasos que andamos en nuestras cabezas de obligaciones y disciplinas. Ahí, en demostrar que la combinación es posible, está vuestro éxito. Enhorabuena.