Apaga y vámonos

País de pandereta

Ahora que ya hemos tenido tiempo de recuperarnos del gran orgasmo nacional, ese acierto metafórico de mi vecina Isabel, y a la espera de que Nadal, Alonso o los Juegos Olímpicos nos proporcionen otro chute de adrenalina patriotera que nos haga olvidar hipotecas e inflaciones, no nos queda más remedio que bajar a la tierra y ver la otra cara de esa España de la que tan orgullosos nos sentimos.
Con la resaca de una borrachera de vodka a la salud de Arshavin aún coleando, me tocó pasar el viernes por el dichoso Hospital de Elda, ese en el que tienes que aparcar en Sax o en Petrer, porque teníamos cita a las 12. Y uno, ingenuo, pensó que sería llegar y besar, porque si te citan a las 12 será que, como diría Perogrullo, está prevista tu entrada a las 12, aceptando el lógico retraso de algunos minutos fruto de una consulta anterior que se ha alargado más de lo previsto. Pero no, señora. Ni a las 12:30, ni a la 1 ni a la 1:30. Casi a las 2 nos tocó entrar, con lo que prácticamente perdí toda la mañana de trabajo.

Reflexionando de vuelta a casa, me dio por pensar qué pasaría si le plantara una querella a la Conselleria de Sanidad reclamándole las cuatro horas de trabajo perdidas por culpa de lo desastroso de su organización, y apenas unos segundos después me sorprendí a mí mismo riéndome a carcajadas, porque lo primero que se me ocurrió es que pasarían meses antes de saber si la querella era admitida o no, y años en caso de ser admitida y tener que esperar el fallo del juez, porque si lo de la Sanidad es para llorar, lo de la Justicia es directamente para pegarse un tiro y mudarse al otro barrio.

Cuentan los papeles que el Juzgado de Villena acumula retrasos de hasta 5 años de media para resolver sus casos, algo totalmente lógico si tenemos en cuenta el brutal desfase entre el volumen de asuntos que se tramitan al año y el personal que ha de tramitarlos, una de las consecuencias del ridículo presupuesto destinado a la Justicia, la hermana pobre de la Administración Pública, lo que le impide disponer de los medios humanos y técnicos de, por ejemplo, la administración tributaria, es decir, Hacienda, que da gusto cómo funciona la jodía, con tus datos informatizados, que te los dan en un plis y te haces la Renta desde casa, o te bajas un formulario, o pones una reclamación…

Es entonces cuando te das cuenta de que nuestros ilustres políticos echan toda la leña al fuego para engrasar como Dios manda la maquinaria para sacarnos hasta el último céntimo de nuestros bolsillos, pero cuando de reintegrarnos ese dinero en forma de servicios se trata –llámense Sanidad, Justicia o Educación– aquí no hay quien mueva un dedo. ¡Viva España!

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