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París bien vale una… maratón (Crónica de un villenense en la Maratón de París)

Piii...piii...piii. 6 de la mañana. París. 7 de abril. 2013. Suena el despertador. Empieza el día esperado desde hace justo un año, cuando estando en casa viendo la carrera por Eurosport dije: "el año que viene quiero estar ahí".
Parecía que no llegaba. Pensaba que iba a ser imposible correr pero al apagar el despertador, abro los ojos y me siento al borde de la cama. Me doy cuenta de dónde estoy. "Ha llegado el día". Estoy algo nervioso, no por la carrera en sí, sino por todo lo que estoy a punto de experimentar en primera persona en las siguientes 5 horas, hasta que cruzo la línea de meta a las 12:58.

La ropa está preparada de la noche anterior. Como ya había pedido consejo y lo tenía bastante claro, me decido a correr con "La Roja". Como siempre en día de carrera, y más a estas horas, no me entra nada en el cuerpo así que solamente me tomo un par de barritas de cereales con chocolate y me llevo un par más por sí me entra hambre antes de la salida, que todavía nos queda un rato largo. Ya estoy vestido. Cojo la mochila con algunas dudas respecto a la ropa que llevar en la carrera. Parece que no va a hacer mal día pero a la hora de salir del hotel hacia el metro el termómetro marca 1º C.

Son las 7 y ya voy camino del metro. Hay que llegar pronto porque no sé cómo estará la zona para dejar la mochila, si habrá mucha gente, si habrá colas... Llega el metro y me subo. Son 2 paradas y hay que hacer un transbordo a otra línea para llegar a la parada de Charles de Gaulle-Etòile, que es donde está la zona de boxes.

Cómo no, nada más montar todo son personas reconocibles. Mochilas, gorros, chándals, zapatillas de correr...sí, parece que vamos todos al mismo sitio. Hay sonrisas, miradas cómplices unos con otros. Somos unos desconocidos pero en ese momento tenemos muchas cosas en común. Justo a mi lado hay sentados dos chicos. Son españoles. De Oviedo. Me preguntan que de dónde soy y uno de ellos al decir que de Villena me dice: "De ahí es el chaval éste, Vicente Juan, el que ganó los 4 desiertos, ¿no? ¡Vaya bestia!". No me queda más remedio que asentir con la cabeza y darle toda la razón, jejeje.

Me uno a ellos en nuestro camino hacia la salida. Llegamos a la parada de metro. Salimos y todo son runners mires donde mires. Foto de recuerdo con el Arco del Triunfo de fondo. Vamos a dejar las mochilas. Nos cambiamos y nos ponemos el poncho de plástico que te dan en la bolsa del corredor (se agradece algo porque todavía hace fresquito). Ellos también van al cajón de 3h30'. Me dicen que van a salir para 4 horas así que al entrar al cajón nos deseamos suerte y nos despedimos. Yo voy andando hacia delante en busca del práctico de 3h30'. Lo encuentro y me pongo a 3-4 metros de él. Justo en ese momento son las 8:45 y se da la salida a la maratón. En ese instante una sensación indescriptible me invade. Estar justo en medio de los Campos Elíseos, rodeado de 50.000 personas, es una sensación que es muy complicada de explicar si no la vives, aunque la palabra más cercana podría ser FELICIDAD.

El speaker anuncia que los primeros ya han llegado al kilómetro 5. Nosotros estamos ya cerca del arco de salida pero todavía estamos parados. Vamos avanzando poco a poco y justo a las 9:05 pasamos por debajo del arco, el chip pita, las piernas se tensan, la respiración y las pulsaciones se aceleran y la sonrisa en la cara es enorme.

El primer kilómetro por los adoquines de los Campos Elíseos es como un sueño. Las zapatillas no tocan el suelo, lo van acariciando. En ese primer kilómetro. En esos primeros 5 minutos de carrera se me pasan tantas cosas por la cabeza que es difícil ponerlas todas por escrito y en orden. Voy corriendo donde Induráin ganó 5 Tours. Voy corriendo por una de las avenidas más famosas del mundo. Voy corriendo por el lugar donde justo hacia un año quería estar corriendo. Voy corriendo por mí y por la gente que me apoya cada día tanto en los buenos como en los malos momentos. Por los que están y los que se han ido. Son muchísimas sensaciones juntas y en ese momento no sé si soy la persona más feliz del mundo, pero supongo que una de las 50.000 más felices justo a esa hora y justo en ese lugar.

Llegamos a la Plaza de la Concordia, al Obelisco. Entramos en la Rue de Rívoli y llegamos al kilómetro 5 casi sin darme cuenta. Primer follón. Los avituallamientos solamente están en un lado de la calle. Como no hace calor prefiero esperar al kilómetro 10 para beber agua. Hay empujones, codazos, gente que se para bruscamente para coger una botella, tropiezos, gritos..., prefiero alejarme de esa melé y correr por el lado contrario para ir más tranquilo dentro de todo el alboroto general de ese instante.

Sigo a 3-4 metros del práctico de las 3h30'. Estamos ya casi en el kilómetro 10 y la verdad que voy casi sin mirar el reloj, corriendo por sensaciones. Me encuentro muy suelto. Las pulsaciones van muy bien. La respiración acompaña al movimiento de las piernas. Voy disfrutando de cada calle, de cada grito del público, de cada monumento que vemos, de cada zancada, de cada “allez” y cada “vamos”...

Llegamos al kilómetro 10. De aquí hasta el kilómetro 18 vamos corriendo por el bosque de Vincennes. Muy bonito, muy grande y sigue habiendo mucha gente en el recorrido. Sigo bien de piernas. Muy bien de cabeza y disfrutando de cada metro, de cada kilómetro, de cada milla (sí, además de los kilómetros, también estaban marcadas en el recorrido las 26'2 millas que tiene la maratón).

Vamos acercándonos a la media maratón. El paso por el kilómetro 20 es espectacular. La calle está en bajada, con una pequeña curva hacia la izquierda y se estrecha un poco...y sólo se ve gente y más gente animando y gritando como si fuera el último metro de carrera. Parece una subida a uno de los grandes puertos del Tour. Espectacular. Increíble. Pasamos la media maratón en 1h 43'. Vamos bien de ritmo aunque como es normal, no tan frescos como en el kilómetro 5.

Todavía queda la parte más bonita del recorrido. Pasar por Notre-Dame, pasar por los túneles y acabar casi rozando la torre Eiffel en el kilómetro 29. Pues bien, desde que vamos pegados al río y empezamos en los túneles noto como mi rodilla izquierda empieza a molestar. No importa, yo sigo a mi ritmo, con las 3h30' justo a 4 pasos y medio. Mi cabeza está perfecta pero en esto del atletismo 2+2 siempre es igual a 4, y si las dos últimas semanas no he entrenado por el problema de las rodillas se acaba notando antes o después.

En esta ocasión mi muro no fue un muro. En esta ocasión se me cayó encima la Torre Eiffel y parte de Notre-Dame. Veía que mis piernas ya no iban. No porque yo no quisiera sino, simplemente, porque ya no tenían energía. Mi cabeza quería pero mis cuádriceps, mis gemelos y mis rodillas decían que no. En el kilómetro 30 prefiero dejar ir al práctico de 3h30' y no reventar a su lado. Hay que ser coherente y correr con cabeza, y todavía queda lo duro de la maratón. Desde ese momento hasta el kilómetro 35 se produce un tira y afloja entre mi cabeza, mis piernas y el dolor que tenía en la rodilla. Sé que ya no voy a entrar en 3h30' ni en 3h40' así que decido no mirar más el reloj y simplemente seguir hacia delante y acabar lo más dignamente posible.

El dolor crece. Tengo que ir andando del 35 al 36. Pasamos por Roland Garros pero mi dolor hace que sólo mire hacia delante a ver si el cartel del kilómetro 37 ya esta ahí. Sigo trotando muy despacio, cada vez más tieso de piernas y más dolorido. Llega el kilómetro 38 y necesito andar hasta el 39. Mis piernas no van más. Quieren parar pero mi cabeza eso no lo iba a consentir a menos que me las cortaran... así qué sólo visualizo el llegar al 40. Lo paso y troto un poco. Me gritan unos españoles del público al verme con la camiseta. "¡Vamos Flaco que ya lo tienes!". Mis piernas parece que les escuchan y sacan algo de fuerzas para tirar hacia delante. Sólo queda 1 kilómetro porque ya hemos pasado el cartel del 41.

Lo de este último kilómetro es increíble. Qué cantidad de gente. Indescriptible. Todo el mundo animando a todos. Todo el mundo dándote un empujón moral enorme...y por fin la recta de meta. Los últimos 400 metros son sencillamente imponentes. Vas a llegar con casi 4 horas pero la gente grita como si estuvieras jugándote la victoria con alguien al sprint. Ves la línea de meta...300 metros, 200, 100, 50, 25...y 3h53'13", después de la salida la has cruzado.

Sonrío, miro para atrás y veo el tiempo. Es lo de menos pero quiere decir que he acabado. Soy finisher de la maratón de París. Justo en ese momento no me duele nada, precisamente de la nada vienen lágrimas. Lágrimas de felicidad, de alegría, de esfuerzo, de recompensa. Lágrimas de querer dedicarle todos estos minutos de carrera a la gente que me apoya. A esas personas que saben que son especiales para mí.

La gente se abraza. Llora. Ríe. Yo sigo andando y después de las lágrimas y del subidón de adrenalina regresan los dolores. Mi rodilla derecha me molesta horrores. Voy cojo pero contento. Recojo mi chubasquero-poncho y la camiseta de finisher...y llegas hasta los voluntarios que te colocan la medalla en el cuello. Para mí, como si fuera la de oro en unos JJ.OO. Igual de sufrida y merecida. Sigo andando hasta la zona donde se recoge la mochila. Me la dan. La abro y saco algo de ropa limpia. Me cambio.

Es más de la 1 del mediodía. Después de casi 5 horas vuelvo al metro. Dolorido. Muy dolorido pero satisfecho y contento por haber dado todo lo que tenía dentro y no dejarme nada. Llego al hotel pasadas las 2 de la tarde. Es hora de descansar y pensar en todo lo que ha ocurrido en esta mañana. Pensar en que hace un año deseaba estar así de cansado y dolorido cuando veía la carrera en mi casa. Pensar que esto tiene algo que engancha. Y como ya dije, es muy complicado describir o explicar a alguien que nunca ha cruzado una línea de meta el por qué de las lágrimas, pero de verdad que estas lágrimas merecen la pena y se las deseo y se las recomiendo a todo el mundo alguna vez en su vida.

P.D.: El dolor de rodilla y de cualquier parte se pasará, pero el recuerdo será imborrable y eterno.

Rober Martínez Menor
Lic. Ciencias de la Actividad Física y el Deporte

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