Cartas al Director

Partidos por dos

Adela Cortina, catedrática de Ética y Filosofía Política en la Universidad de Valencia, y premio Jovellanos de ensayo, escribía, en El País del 30 de diciembre, sobre educar para una ciudadanía activa. Preocupada como está por estas cuestiones, nos adelantaba su opinión sobre la materia Educación para la Ciudadanía, que el Ministerio de Educación va implantar en Primaria y Secundaria el próximo curso.
Ella aboga por un compromiso ciudadano que debe ser fruto de la disposición de estar informados y la voluntad de participar en asuntos que nos conciernen como integrantes de la sociedad que nos toca vivir y como seres que gozamos de autonomía para dirigir nuestro comportamiento. La tarea no es fácil, ya que habitamos inmersos en la vorágine del tiempo rápido y el consumo fácil. Con todo, la catedrática nos anima a la participación y a coger el timón de nuestras vidas, ¡ahí es nada! Sin embargo, en el citado artículo periodístico, lo que me llama la atención es lo que ella llama la partidización de la vida pública. Nos advierte: “Las cuestiones no se politizan sino que se partidizan; cualquier postura que un ciudadano defienda ya viene monopolizada por un partido y se acusa al propio ciudadano de utilizar el discurso del partido en cuestión”.

Vamos explicarnos. La proclama ecologista de “piensa globalmente y actúa localmente” me viene al pelo para dar mi opinión. Aquí, en Villena, a lo largo de la última legislatura han surgido, en la vida pública, cuestiones que tienen especial relevancia: soterramiento, tercer instituto, parking, plaza de toros, trasvase Júcar-Vinalopó… Sabemos que nuestras opiniones se fraguan a través de la información que recibimos de los medios de –prensa, radio, televisión, Internet…–, a la cual podemos añadir la que obtenemos de otras lecturas más especializadas, conversaciones con amigos contrastando pareceres o ilustrándonos de personas que conocen los temas en discusión. Con todo este acopio nos formamos lo que se dice una opinión. Muy bien, ahora viene la cuestión que planteo. Si esa opinión coincide con el partido azul, automáticamente nos catalogarán de azules; si la opinión es la que defienden los morados, pasaremos a formar parte del equipo morado. Es decir, la “partidización” de que habla Adela Cortina. Las trincheras se han cavado con profundidad y no hay escapatoria: ¡O estás conmigo o estás contra mí! Así de crudo.

¿Qué hacer? Pues intentar romper esta visión maniquea. El mundo del fútbol hace tiempo que acuñó esta práctica: El auténtico culé jamás celebra los goles de Raúl en la selección, y el forofo del Madrid desea que el Barça no gane la final de la Champions. Preocupante.

En política, ha de quedar claro que se puede ser socialista sin pertenecer al PSOE y que se puede ser conservador sin tener carné del PP. Lamentablemente, el sistema nos ha ido conformando en blancos o negros. Con el retorno de la democracia, allá por los años setenta, el panorama político era de una gran variedad de opciones políticas, opciones que fueron desapareciendo a favor del famoso bipartidismo (a imagen y semejanza de Estados Unidos –demócratas y republicanos–; Reino Unido –conservadores y laboristas–; Alemania –socialdemócratas y cristianodemócratas–, fundamentalmente).

Resulta prácticamente imposible expresar una opinión pública sobre algún tema estrella sin que, inmediatamente, la etiqueta te caiga encima. Tal es la perversidad en que nos encontramos, por lo que mucha gente se abstiene de manifestar sus ideas porque no quiere ser tachado de pro o de anti. En Villena, si te parece bien el parking, estás a favor del equipo de gobierno; si quieres que el agua del trasvase venga de Cortes de Pallás, ipso facto eres del PP; si defiendes el proyecto Primadomus es que perteneces a la cuerda de Los Verdes…, en fin, para qué seguir. Conclusión, ya no pensamos por nosotros mismos, ¡nos piensan! Nos facilitan la faena, pero nos devuelven al redil.

Estamos en la antesala de elecciones autonómicas y municipales. Por lo que a nosotros nos concierne (recuerde lo de “actúa localmente”) deberemos estar atentos a las diferentes ofertas de los partidos en liza, pero tenga en cuenta que su más mínimo posicionamiento en alguna de las propuestas, pasará a pertenecer a un bando y casi enemigo del otro.

Decía la catedrática en El País: “Es letal para una sociedad que los desacuerdos morales se resuelvan en enfrentamientos partidistas, que cada partido capitalice una posición moral y la convierta en parte de su acervo”. Sin comentarios.

Lo dicho, urge recuperar la voz, aun a sabiendas de que corremos el riesgo de engrosar las filas de unos o de otros. ¿Nos quedamos con los brazos cruzados?

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