Estación de Cercanías

Pasó el tiempo del silencio

Posiblemente la sensación de impotencia sea una de las más complicadas de somatizar, al situarnos ésta en una encrucijada complicada de dirimir si se quiere salir airoso y con éxito de la situación enfrentada, teniendo para ello que realizar un inmediato ejercicio de autocontrol que nos ayude a recolocarnos en escena, al tiempo que nos conceda esa distancia tan necesaria para fraguar al correcta reflexión.
Se suele experimentar físicamente con un repentino retortijón en el estómago, una aceleración del pulso y unas espontáneas ganas de actuar ¡Ya! sin demora, siendo esta actitud antesala del fracaso, que casi siempre lleva consigo proceder por impulso. Cierto es que la rabia campa a sus anchas, que cuando una y otra vez te das de bruces contra un muro, aun a sabiendas de que está construido con los frágiles materiales de la mentira de las patas cortas, o apenas sustentado por enclenques cimientos de un poder o superioridad de paso, pues nada es eterno, y este se torna de una dureza de diamante. Y cuando con una sola voz, unas manos, aun cargadas de razón y fuerza, ni tan siquiera le haces sentir el más leve temblor, y cuando golpeadas todas las puertas seguimos en la calle, con la moral minada al extremo y las fuerzas parpadeando en rojo, desesperamos.

Llegados a este momento solo nos quedan dos posibilidades: abandonar y volver con el rabo entre las piernas, o buscar manos que se sientan como nosotros, y que del mismo modo estén dispuestas a relevarnos en la tarea de ser martillo pilón. Porque cuando voces y manos se multiplican y son capaces de golpear al unísono, la historia ha demostrado que somos imparables, y que el pueblo como tal tiene mucho que decir al respecto de su futuro y su presente, y del futuro y el presente de sus hijos, y los hijos de estos.

Y para nosotros, los villeneros, creo que ha llegado el momento de ser maza y golpear contra las montañas y montañas de residuos urbanos y no urbanos, animales, industriales y desconocidos, que nos han traído y nos traen de noche y de día, y que entierran en nuestro suelo por el doble de lo concedido, sin recibir nada a cambio; que envenenan nuestra tierra y nuestro aire porque no son tratadas, ni separadas, consecuencia del mal en origen.

Es hora de decirles que se equivocan al confundir nuestra generosidad demostrada desde siempre con idiotez permanente. Nos toca manifestar que hierran al creer que en Villena solo podemos luchar por la fiesta, y que con 5 días al año de golosina estamos pagados para el resto. Ha llegado el momento de romper el tópico que nos sitúa en una desgana generalizada y colectiva que se limita a la discusión de barra o vermut. Porque el tema de las basuras es serio, muy serio, tanto que muchos le llaman el negocio de siglo, viendo como nuestros desechos se tornan de oro para unos pocos a costa de la mutilación de tierras para muchos. Y en Villena se ha rebasado la línea, se ha roto la cuerda de tanto tensarla y ya no podemos mirar para otro lado. Pero solo lograremos nuestro propósito si los hacemos juntos.

Llenemos este viernes, a las 20.00 horas, la Casa de Cultura como primer paso de este largo, complicado y hasta peligroso camino que tenemos por delante. Solo nosotros podemos frenarles en su intención de convertirnos en el vertedero de la Comunidad Valenciana. Digamos que ya los adormilados despertaron, que queremos saber, que una plaza de toros no va a ser el pastel con relleno de mierda al que acudamos como moscas. Nosotros, mierda, no queremos más.

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