Patxi, por alusiones
La inexperiencia del presidente del Congreso, Patxi López, no es excusa para perder los papeles y terminar convirtiendo la sesión de investidura en un guirigay de constantes alusiones por parte de los diputados. Eso pasa cuando se pretende contentar a todos y, al final, el que queda escarmentado y en evidencia es el que intenta aplicar la letra del reglamento de un modo razonable. Pero la política hace tiempo que dejó de ser cosa de personas equilibradas. Solo hace falta ver la actitud y el comportamiento de algunas señorías, sean viejas o nuevas, en la Cámara y ante las cámaras de televisión.
No ofende el que quiere, sino el que puede y Podemos, a pesar de intentarlo, no lo consigue. La trasnochada y rancia mención a la cal viva mata las ilusiones de pactos en una izquierda aparentemente renovada pero muy envilecida. Las primeras bajas ya se están produciendo en el seno de Podemos. Carlos Jiménez Villarejo se ha borrado del partido al discrepar de la estrategia. Mientras que Manuela Carmena tiene que matizar sus espontáneas y frescas palabras de apoyo a la investidura de Pedro Sánchez, dictando después a los periodistas literalmente una declaración para no salirse del guión preestablecido por la cúpula podemita. Se podría pensar que no conviene tener voz propia e independiente.
Tanta pretendida provocación, con besos en la boca incluidos, transforma la política en anécdota viral, en espectáculo enfermizo. Pero, ¿por qué Pablo Iglesias no le soltó también un ósculo en los morros a la representante de En Marea como hizo con el de En Comù Podem? ¿No le complació el discurso?¿Cuestión de casta o de castidad? Tal vez Galicia no genera los mismos afectos calenturientos que la todopoderosa Cataluña. Es lo que tiene la calculada aritmética electoral y la vacía impostura retórica.
Advierto con sorpresa y estupor que en Villena no somos ajenos a las exageraciones, las salidas de tono, la manipulación y la utilización torticera del victimismo. Es todo un honor que el alcalde aluda en su Facebook a un artículo de opinión escrito por mí. Pero es deshonroso que lo quiera utilizar para arengar a sus seguidores y lograr adhesiones, censurando la libertad de expresión a través de la mentira con el fin de despertar pena. Un personaje público no puede reaccionar de un modo tan susceptible y excesivo ante un comentario político manifestado con argumentos y educación. Discrepar no es sinónimo de crispar.
En ningún momento se recurre al insulto o se le falta al respeto en el texto mencionado. Podéis comprobarlo por vosotros mismos antes de pronunciaros sin saber, siquiera, a que se refiere Patxi Esquembre. Al contrario, se pone en valor su figura como el hombre que fue capaz de liderar un equipo de gobierno multicolor, superando las barreras ideológicas para favorecer la gobernabilidad en el municipio. Solo se le pedía la misma coherencia entre sus actos hace cinco años y sus recientes palabras sobre el proceso de investidura del presidente del Gobierno de España. Aunque en el tono puede haber cierta ironía, nada tiene que ver con la descalificación, la vejación y mucho menos con acosarle en las redes sociales.
Por último, se equivoca Esquembre de cabo a rabo cuando carga la responsabilidad de la autoría en alguien que creía amiga y de confianza (a pesar de tener otra militancia política). Llevar lo político al terreno personal es ingenuidad o mala intención. Y falla estrepitosamente cuando confunde la posible identidad. No soy una mujer ni tengo afiliación partidista. Lo de escribir bajo pseudónimo no es cuestión de cobardía. Ni de querer aprovechar el anonimato para insultar con impunidad. No lo he hecho nunca y no lo voy a hacer ahora. Revindicar el personaje histórico de Segismundo Casado en estos tiempos de zozobra e incertidumbre tiene un alto componente simbólico. Además, me ayuda a preservar quién escribe, algo irrelevante, para que todo el protagonismo recaiga en el contenido, en la reflexión a partir de qué escribo. Que nadie se lo tome a mal.