Piezas de cámara
Abandonad toda esperanza, salmo 298º
Imagino que si algunos de ustedes son de los afortunados en tener puente (y no miro a nadie, herr Direktor), aprovecharán la semana próxima para abandonar el pueblo y disfrutar de un viaje a algún lugar tan exótico a la vez que adelantado, tipo Nueva York, París o Elda, como para tener al menos una sala de cine. Si es así no pierdan la ocasión de ver lo último de David Cronenberg, sin lugar a dudas uno de los cineastas más interesantes de los últimos cuarenta años. También les digo, para aquellos que ya saben de qué pie cojea este inquietante realizador, que no se extrañen si Un método peligroso les parece demasiado académica, demasiado correcta; es decir, demasiado convencional. Al principio también me chocó, acostumbrado al delirio narrativo de películas como Videodrome, eXistenZ o Spider, y eché de menos, hablando de lo que habla el film (los orígenes del psicoanálisis y su vinculación con traumas sexuales y conductas desviadas), el atrevimiento de, pongamos por caso, su inagotable adaptación del Crash de J. G. Ballard. Pero pronto comprendí que en su caligrafía exquisita radica la mayor de las provocaciones: solo así se entiende el drama interior que vivieron en sus propias carnes, rodeados de la hipocresía de sus círculos familiares y sociales, Sigmund Freud y Carl Jung, dos titanes con pies de barro que estudiando los entresijos de la mente, con especial atención a las neurosis de origen psicosexual, consiguieron aquello a lo que todo el mundo buenamente aspira: a trabajar en lo que te gusta. No sabían na estos dos... Y lo mismo Cronenberg, que consiguió pasar de la serie B de Rabia o Scanners a realizar títulos que se pasean por los festivales de medio mundo como Inseparables, Una historia de violencia o el presente sin verse en la obligación de dejar de lado un discurso rabiosamente personal.
La fuente principal de esta cinta, que por cierto incluye sentencias tan genuinamente cronenberguianas como "Nunca reprimas nada" o "El placer nunca es sencillo", se halla sin embargo en un material ajeno: una obra teatral de Christopher Hampton adaptada por él mismo. También en un drama escrito para ser representado sobre las tablas está el origen del último trabajo de otro grande entre los grandes: Roman Polanski. Un dios salvaje es la versión para el cine de la obra homónima de Yasmina Reza, que en España interpretaron, en una exitosa gira que duró un año y llegó a casi toda la península menos a Villena (y eso que teatro sí tenemos, y bien grande), Aitana Sánchez-Gijón, Maribel Verdú, Antonio Molero y Pere Ponce. El autor de Chinatown, sorprendentemente, ha decidido prescindir del cuarteto de intérpretes patrios para concederles estos cuatro personajes antológicos a otros tantos mindundis de la interpretación: Jodie Foster, Kate Winslet, John C. Reilly y Christoph Waltz. El resultado es a buen seguro una película que me gustaría recomendarles, pero eso estaría feo ya que no la he visto, y es que me niego una y mil veces a ver en versión doblada una pequeña pieza de cámara que centra buena parte de su atractivo en la labor de sus actores dentro de un escenario único. Pero si ustedes no son tan talibanes de la V.O. como un servidor seguro que no será mala opción. En cambio yo, si sigo en mis trece, tendría que ir a ver el estreno español de la semana, Fuga de cerebros 2, para comprobar cómo David Hasselhoff aprende a decir en perfecto castellano "¡Qué bonitos ojos tienes, para comerte todo el coño!". Qué asco esto de ir de intelectual por la vida.
Un método peligroso y Un dios salvaje se proyectan en cines de toda España.