Pilotos para seguir adelante
Abandonad toda esperanza, salmo 582º
Allá por comienzos del mes de junio, con el verano todavía por estrenar, les decía esto (cito textualmente): "la joya del fantastique contemporáneo, la más atrevida, emocionante e irreverente, no se halla en los cines sino en la televisión. Me refiero, claro, al regreso de Twin Peaks por la puerta grande, en un arriesgado ejercicio de antinostalgia que deja en mantillas al 95% de la ficción televisiva de las dos últimas décadas". Casi nada. Y acto seguido, añadía: "Pero como es muy osado aventurarse a emitir un juicio de tal calibre con solo cuatro episodios emitidos (de un total de dieciocho), me esperaré a que esta tercera temporada termine allá por septiembre para, estoy seguro, volver a decirles lo mismo". Pues efectivamente, porque por muy atrevido que pareciese un juicio tan precipitado, ahora -con el verano finiquitado y a punto de que llegue octubre- no puedo sino que volver a decirles exactamente lo mismo: que no hay nada como la tercera temporada de Twin Peaks. Ni siquiera las dos primeras. Y es que lo que han hecho David Lynch y Mark Frost en esta nueva entrega de la serie que revolucionó la manera de entender la ficción televisiva a comienzos de los noventa dinamita todas las convenciones de la narrativa audiovisual: no es ya que sigan apostando por el relato transmedia como ya lo hizo de forma muy temprana la serie original (no solo con la película Fuego camina conmigo, sino también con varios libros oficiales), bebiendo ahora de las aportaciones a la mitología de la obra desarrolladas por el propio Frost en un par de novelas con apariencia de no ficción, sino que han optado por un relato que se desarrolla de forma no cronológica y que juega en todo momento con las expectativas de un espectador algo despistado en el mejor de los casos o irremediablemente perdido en el peor. Pero es que además han evitado rendirse a la nostalgia, y con una estética (y una ética) más cercana(s) a filmes de Lynch como Mulholland Drive o Inland Empire que a la propia Twin Peaks, han añadido nuevos interrogantes a la vez que respondían otros; y hasta se han atrevido -en los dos episodios finales, emitidos juntos- a una suerte de final doble que lo mismo redefinía toda la serie al completo con un happy ending aparentemente imposible que volvía a darle un mazazo al espectador desprevenido con un nuevo cliffhanger, tan brutal o más que el mítico no-final de la temporada previa. Eso sí: no crean ni por un momento a quienes les digan, como ya ocurrió en su día con la película dirigida por el propio Lynch, que esta tercera temporada puede seguirse perfectamente sin haber visto las dos anteriores; de hecho, otros espectadores con bastante más sesera les confirmarán que incluso habiendo visto los episodios previos es fácil perderse ahora... Porque sin conocer a los personajes clásicos que ahora repiten o los pormenores de la investigación que rodeó al cadáver más famoso de la historia de la televisión, esta nueva tanda de capítulos (y muy especialmente el capítulo octavo, del que hay un antes y un después) puede resultar un auténtico galimatías que solo interesará a los fanáticos del videoarte. Yo, por mi parte, lo tengo claro: la obra maestra de este año no se ha proyectado en los cines.
Una vez terminada Twin Peaks, y sin ánimo de exagerar, para los seguidores irredentos de la creación de Lynch y Frost el resto de la parrilla televisiva se nos antoja totalmente carente de interés. Pero como dice el autor de cómics Jordi Pastor, otro peakie de pro, "es difícil, pero tenemos que seguir adelante"... y de las muchísimas disponibles decido darles una oportunidad a los pilotos de tres series que, a estas alturas, todavía no sé si seguiré (aunque creo que he tenido ojo al elegir y por tanto la predisposición es positiva). La primera es Tin Star, serie británica de diez episodios que en su arranque parece un placebo de la misma Twin Peaks al desarrollarse en un pequeño pueblecito de montaña y contar con algún que otro asesinato que anime a los lugareños. Además, el papel protagonista recae en Tim Roth, presente en la tercera temporada de Twin Peaks aunque allí su rol de sicario fuese diametralmente opuesto a su papel de sheriff en esta. No obstante, si hay otra ficción a la que recuerda el primer episodio de esta serie creada por Rowan Joffe (hijo de Roland Joffé, el director de Los gritos del silencio y La misión) para la plataforma audiovisual de Amazon es la película de Gus Van Sant Tierra prometida, pues ambas plasman los oscuros tejemanejes de una grand empresa que pretende construir una refinería en territorios ajenos y casi vírgenes. Veremos cómo sigue, porque aunque el piloto -escrito y dirigido por el propio Joffe- resulta algo convencional, la labor de Roth y el lado más oscuro de su personaje y su pasado pueden animar bastante el asunto.
Mucho más interesante resulta el piloto de The Deuce, de estética cinematográfica y casi noventa minutos de duración, y en el que se ponen sobre la mesa de juego las piezas principales de las que se servirán David Simon, el creador de la ya mítica The Wire, y el escritor de novela negra George Pelecanos (que ya colaboró con aquel en la citada serie ambientada en Baltimore) para retratar el Nueva York de comienzos de los años setenta; más concretamente, el Times Square repleto de chulos y prostitutas, clubs de alterne y locales de striptease donde nacería una de las industrias más boyantes del mundo del espectáculo: el porno. Para ello, Simon y Pelecanos regresan a su casa televisiva, la HBO, reclutando de paso -y no solo como actores, también como productores- a James Franco (encarnando aquí a dos hermanos, tal y como hiciera Ewan McGregor en la tercera temporada de Fargo) y Maggie Gylleenhaal como principales intérpretes de un reparto que promete interpretaciones de muchos quilates. Además, la recreación de esa Nueva York que ya no existe, esa Nueva York cuyas calles Travis Bickle (Robert De Niro) soñaba con limpiar en la ficción de Taxi Driver y que el alcalde Rudolph Giuliani limpió de verdad en la realidad, resulta impecable; y la selección de canciones de la época es un plus a tener en cuenta.
También se ambienta en los años setenta, pero al otro lado de los Estados Unidos, I'm Dying Up Here (aquí, Morir de pie), la serie de Showtime que retrata lo que fueron los orígenes de la comedia stand up en los clubs nocturnos de Los Angeles en aquella época; "una serie sobre personas desesperadas y absolutamente creativas que deciden transformar su amargo y profundo dolor en algo bonito" según palabras de su productor, el actor Jim Carrey, que de comedia algo sabe (y si son ustedes de los que no soportan su gesticulación incontrolable, no teman: aquí se mantiene al otro lado de las cámaras). Metidos en harina, y aunque al contrario que The Deuce es una serie que ha pasado bastante desapercibida, tengo que reconocer que su piloto me ganó de inmediato, y no solo por lo atractivo de la recreación estética de la época (algo que comparte con la serie de Simon y Pelecanos, aunque si en aquella me recordó a Scorsese esta me trajo a la memoria a P.T. Anderson, sin duda por los lugares en los que se desarrolla la trama de cada una); y es que aunque I'm Dying Up Here sea una serie profundamente dramática, le ocurre lo mismo que a la que es a mi parecer la mejor sitcom de todos los tiempos -por supuesto, me refiero a Seinfeld-: que al estar protagonizada por humoristas, el espectador se lleva un buen puñado de monólogos de regalo.
Respecto a esto último, una recomendación más para terminar: aunque no sea una ficción, y como complemento perfecto a la anterior, merece una oportunidad la serie documental de la CNN The History of Comedy, la cual hace un repaso por el devenir diacrónico de los profesionales del humor en Estados Unidos, con especial hincapié en las actuaciones en directo pero sin olvidar el cine, la televisión, la prensa e Internet. De Lenny Bruce y Richard Pryor a Larry David y Jim Jefferies, una nómina impresionante de humoristas nos recuerdan (ya sea mediante entrevistas actuales o en material de archivo) que la carcajada es un asunto muy serio, y que hay que intentar sonreír aunque el mundo sea un lugar triste y cruel como el que reflejan Tin Star, The Deuce o I'm Dying Up Here; o peor, un mundo en el que podría no haber más capítulos de Twin Peaks.
Twin Peaks (2017), Tin Star, Morir de pie e Historia de la comedia están disponibles en Movistar+; The Deuce está disponible en HBO España.