Medio Ambiente

Plantas colonizadoras en la estación de ferrocarril de Villena

El abandono de parte de los terrenos de la estación de ferrocarril de Villena, incluidos los edificios del antiguo tren de vía estrecha Villena-Alcoy-Yecla (VAY), el popular y desaparecido “Chicharra”, tiene como una de sus consecuencias, común a cualquier terreno abandonado, la invasión y colonización por parte de la vegetación silvestre. Dando un paseo por este lugar anoté las principales especies herbáceas y leñosas que, como avanzadilla de otras que seguirán su camino, se pueden ver en la actualidad.
Entre las herbáceas, que son las más numerosas existen bledos (Amaranthus retroflexus), artemisa (Artemisia vulgaris), morsana (Zigophilum fabago), triguera (Hyparrhenia hirta), pincha-ruedas (Tribulus terrestris), hierba cana (Senecio vulgaris), verrucaria (Heliotropium europaeum), limonio (Limonium binervosum) y lechuga silvestre (Lactuca scariola). Las leñosas están, naturalmente, menos representadas, solo cuatro especies, pero con ejemplares arbóreos que destacan por su tamaño o por su singularidad, como es el caso de un pino carrasco en un lugar tan poco usual como el tejado de la estación del “Chicharra”, cuyo comentario dejamos para el final.

El árbol más antiguo y de mayor porte es un ejemplar de acacia de tres espinas (Gleditsia triacanthus), que actualmente puede verse adornado con sus frutos tiernos, legumbres de gran tamaño y color amarillo, que virarán a oscuro cuando maduren; se va extendiendo perezosamente, pues su crecimiento es lento, con nuevos ejemplares nacidos a su alrededor. Le sigue en tamaño un ejemplar de ailanto (Ailantus glandulosa), especie altamente invasora y de crecimiento rápido, pues por todas partes se ven ejemplares de variado porte; y, por último, podemos ver un ejemplar de almez o lidonero (Celtis Australis), de forma redondeada, con cuyas ramas se fabrican desde antiguo las populares horquetas y cayados.

Pero el más singular de todos, aunque de menor tamaño, y el motivo principal por el que decidí escribir esto, es un joven pino carrasco que, como se aprecia en la fotografía, vive sobre lo alto de la pared de la fachada de la antigua estación de vía estrecha citada. Su origen, con gran probabilidad, es cualquiera de los pinos del cercano parque de Chapí. Hace pocos años, quizá seis u ocho, una semilla, un piñón del tamaño de un grano de arroz voló a favor del viento girando con su sámara, una leve y pequeña ala que retrasa su caída, para alejarse lo más posible del árbol madre hasta posarse sobre lo alto de la pared de la fachada en la vieja estación, donde encontró condiciones para germinar, nacer y crecer hasta como se aprecia en la foto. Pero esto que parece tan sencillo no está al alcance de ninguna especie de la larga familia de pinos, salvo para el pino carrasco (Pinus halepensis), el más resistente a la sequía de todos ellos, porque las extremas condiciones de vida en ese lugar obligan a desarrollar toda una complicada ingeniería biológica para que el saldo del balance hídrico de su masa vegetal sea positivo. Para hacerse una idea del agua que evapora diariamente a la atmósfera un pino o cualquier otra planta, solo hay que envolver, en horas de sol, una pequeña rama con una bolsa de plástico transparente y ver cómo se condensa el agua de transpiración en forma de gotas en el interior de la bolsa, y si el pino no se seca es, naturalmente, porque recibe de sus raíces el agua necesaria incluso durante las extremadas temperaturas y sequedad del aire de algunos días de verano, tras largos meses sin llover, aguantando estoicamente la adversidad sobre la cima de una pared.

Sin embargo, pese a todo, aunque el hecho pudiera parecernos milagroso, tiene su explicación, aunque contando, como condición ineludible, con la peculiar y demostrada resistencia biológica a la sequía del pino carrasco. La primera condición favorable, independientemente de la lluvia que puede empapar la pared y almacenar agua para cierto tiempo, es el tejado. En las noches húmedas, el agua se condensa sobre las tejas y desciende por los canalillos hacia la pared, humedeciéndola. Otra causa a añadir es que las propias hojas del pino, empapadas de rocío, también absorben agua para contribuir al sistema Y una última, la de que el agua que desciende por las tejas, sea de lluvia o de rocío, arrastra una respetable cantidad de abono orgánico-mineral formado por excrementos de pájaros y polvo atmosférico: esto nos dice que el pino está muy bien abonado –su color verde oscuro lo demuestra–, y es de sobra conocido que las plantas bien abonadas hacen una mejor economía del agua para su crecimiento y producción: esta concurrencia de causas justifican la presencia de este árbol de aspecto tan saludable en lugar tan difícil para cualquier vegetal.

En otro orden de cosas, este pino también parece un símbolo: el de los miles de pinos que, a lo largo del trazado recorrido por el “Chicharra” durante los 85 años de su existencia, le dieron sombra y casi se llegaron a rozar con él. Parece como si, constituido en delegado por sus hermanos, este ejemplar hubiera querido sentar plaza sobre la estación de su tren para recordarnos su pasado.

(Votos: 0 Promedio: 0)

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *

Botón volver arriba