Pleno de miserias
Hay quien a veces ve muertos. Yo, en cambio, voy a los plenos del ayuntamiento. Y me los trago enteros, que ya hay que tener estómago. Al último no fui. Claro que, si llego a saber que nuestros bienamados representantes públicos nos iban a obsequiar a todos los presentes con un variado repertorio de amenazas chuscas, abandonos teatrales, Estabrutos de Autonosuyas y broncas por doquier, hubiera ido sólo por darme un gustazo: concluido el inútil debate de las mociones, en ese momento en que se deja hablar al pueblo (poco tiempo y sin hacernos ni caso, pero al menos se nos deja
), me habría plantado en el Salón de Sesiones para decirles a los 21 concejales que hasta aquí hemos llegado. Hasta que no aprendan a comportarse como personas normales me negaré a seguir votando en las elecciones municipales. Es decir, me negaré a seguir siendo representado por unas personas con cuyos comportamientos soy incapaz de identificarme por mucho que lo intente.
Soy de los que piensan, aunque a muchos les contraríe, que los plenos son una enorme pérdida de tiempo. Lo mismo da debatir tres minutos que tres horas; al final se impone el voto de la mayoría, once contra diez y a otra cosa mariposa. Se impone ahora, se imponía antes y se seguirá imponiendo mientras no se modifique una Ley Electoral absurda y se permita, por ejemplo, la existencia de listas abiertas, que, estoy seguro, modificarían totalmente el panorama representativo de Villena, servirían para darle pasaporte a algún político que otro y, lo que es más importante, obligaría a los cargos electos a la búsqueda del consenso para sacar adelante cualquier iniciativa. ¿Se imaginan qué bonito sería ver a concejales de distintos partidos votando unánimemente a favor de una propuesta por el simple hecho de ser lo mejor para Villena? Política ficción a día de hoy, por desgracia.
Porque el caso es que los plenos sólo sirven para que algunos se tiren los tratos a la cabeza, para que otros den nuevas muestras de su mala educación e incluso su incultura (eso de que haya cargos públicos incapaces de hablar e incluso leer con corrección es algo que me supera) y para que los de más allá dibujen o, lo que aún es más grave, sesteen adormecidos o traspuestos, atentos únicamente a levantar la manita cuando y como toca según lo establecido en días previos por los mandamases y deseando que el rollo se acabe cuanto antes para marcharse a casa. En tales circunstancias, y ya que estamos, un abandono viene que ni pintado. Así te vas a dormir y además les echas la culpa a otros.
Encima, en lugar de hablar de las necesidades a subsanar y los proyectos a realizar, nuestras señorías se dedican continuamente a recordarse lo que dijeron o hicieron años atrás en una especie de Cuéntame que, a fuerza de repetido, aburre ya hasta a las ovejas. Y para rematar la faena, cada dos por tres se nos lían a discutir sobre guerras en Irak o Estatutos de Cataluña (curioso que se le haya dado infinitamente más importancia que al nuevo Estatuto valenciano, que ése sí va a salir adelante y nos afecta), temas de indudable interés pero que deberían ser debatidos en cualquier otro foro.
En definitiva, estimados vecinos, aprovechen los últimos jueves de mes para leer un rato, pasear, ver una peli o retozar amorosamente con sus respectivas parejas, pero nunca se acerquen a vivir en directo un pleno, que se van a deprimir. Si es cierto eso de que el pleno es el máximo órgano de representación municipal
apañados vamos, señora.