Cartas al Director

¿Por qué estoy en la lista de los Verdes?

Este escrito parte de una idea muy clara: todo lo que a continuación leerá tiene visos de ser una mera opinión personal y, por consiguiente, puede y debe ser rechazada o aceptada de inmediato, ya sea en su totalidad o a retazos. Esto es lo bueno que tiene vivir en democracia.
Entremos en detalles; efectivamente, estoy en la lista de los Verdes para las próximas elecciones municipales de Villena. El motivo principal es que quiero que este partido intente –aunque sea mínimamente– cambiar el rumbo de nuestra vida cotidiana. La democracia española se fundamenta en la existencia de dos partidos institucionales: el Partido Popular y el PSOE llevan decenios repartiéndose periódicamente las riendas del poder del Estado; son dos formaciones políticas que viven intrínsecas al sistema: sin él no son nada y existen a modo de costra política sobre la ciudadanía e impiden a ésta respirar democráticamente.

Pueden parecer enemigos pero no lo son; los dos se caracterizan por ser jerárquicos: existe la seguridad plena de que las consignas políticas elaboradas en sus sedes centrales de Madrid serán acatadas en cualquier sede local de España. Su papel institucional les impide el debate interno y el surgimiento de corrientes ideológicas regeneradoras. Al mismo tiempo, son el escaparate perfecto para toda aquella persona que quiera medrar; con ellos, puede hacerlo legalmente; de hecho, fuera de los visibles cargos municipales –alcaldía y concejalías– y nacionales, existen infinidad de cargos intermedios creados a la medida de quien quiera vivir de la política. Todo esto forma una red de clientelismo que, llegado el momento de las elecciones, provoca que muchos pugnen por recordar viejos favores para ser colocados en los mejores puestos de las listas o, llegado el caso, asegurarse uno de estos cargos intermedios –los escaños de las Diputaciones son buenos ejemplos de ello–.

La cosa se agrava cuando estos dos partidos institucionales –y esto me cabrea bastante–, después de tantos años de intensa vida política, viven absolutamente fuera de la realidad y, lo que es peor, toman a la ciudadanía como una masa de gente simple e ignorante. Piensan que ganar las elecciones les legitima para hacer de las suyas; una buena inauguración a tiempo lava la cara de años pasados más o menos negros y tiene su reflejo en votos a mansalva porque –están convencidos– la gente es tonta y estúpida, con memoria de pez. En Villena, el caso más sintomático es la Plaza de Toros que, todo hay que decirlo, ha quedado magnífica –¡como no podía ser menos!

Por estas razones, decidí en su momento pertenecer a su lista electoral. Quiero ser parte de la ciudadanía activa; quiero contribuir a una mejor Villena y que mi ciudad colabore en una mejor España que es lo mismo que afirmar una mejor democracia, más participativa, más abierta y más crítica. Quiero que los Verdes digan a la ciudadanía: nuestra visión de Villena se contemplará a medio plazo, es decir, a diez o quince años; no antes porque sus frutos no son de temporada electoral; debemos ser pacientes y esperar, como los buenos vinos.

No podemos ofrecer soluciones rápidas porque la crisis actual nos obliga a no inaugurar grandes fastos, aunque sí podremos realizar cosas interesantes que figuran en el programa electoral. Eso sí, queremos que la ciudadanía participe en la vida de Villena, a través de las Asociaciones de Barrios o de cualquier otra organización cívica; nos comprometemos a cuidar celosamente el dinero público porque es de todos. Si encontramos obstáculos financieros fuera de Villena para algún proyecto local, lo haremos saber de inmediato a la ciudadanía; si nos equivocamos, pediremos perdón públicamente y, si nos sale algún golfo que quiera medrar en el partido, o a sus alrededores, lo denunciaremos enseguida.

Insistimos en que la ciudadanía colabore con nosotros –la Agenda 21 sería el marco ideal– para que la gente esté contenta de pasear por Villena, que valore sus calles limpias, sus monumentos artísticos, sus zonas verdes, su infraestructura sanitaria y educativa; su red de agua y pueda respirar aire limpio. En definitiva, que ame Villena.

Estoy convencido de que los Verdes defienden este proyecto de Villena con sinceridad; si no es así, llegado el momento, la ciudadanía les castigará; yo –que soy poco amigo de las consignas– también les castigaré, como democráticamente debe hacerse siempre.

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