Por qué lo llaman alarmismo cuando quieren decir victimismo
Al comienzo de esta legislatura el equipo de gobierno verde acusaba al PSOE, y más concretamente a su secretario general, de actuar movido por el resentimiento. La causa, según argumentaban no sin cierto sarcasmo, era estar dolido por cosechar una derrota que, además, suponía los peores resultados electorales de los socialistas en Villena.
Llegados al ecuador de la legislatura, el tiempo ha puesto a cada uno en su sitio. Del alegre triunfalismo inicial de los vencedores se ha pasado al agobio y el nerviosismo de los que ejercen torpemente la mayoría absoluta. Los Verdes recriminan ahora a Cerdán estar llevando a cabo una oposición no constructiva que provoca alarmismo entre la ciudadanía.
Sin embargo, habrá que reconocerle al menos el mérito de ser consecuente y pertinaz en la fiscalización y control de las actuaciones del Gobierno. Con solo tres ediles, los socialistas se muestran férreos en su marcaje a los responsables de dirigir el Ayuntamiento, dando voz a las quejas y las reclamaciones de los villeneros y las villeneras.
En el sistema de la democracia representativa, mientras unos mandan los otros no están obligados a obedecer, aunque hayan sido antiguos socios de gobierno. Pueden existir coincidencias o discrepancias, según el caso. Y habrá que proponer medidas alternativas que eviten problemas futuros para el municipio y redunden en una mejor gestión de los asuntos y los recursos públicos.
Al poder, por naturaleza, le gusta que le rindan pleitesía y le molesta que le lleven la contraria. Pero cuando los errores y los fracasos del alcalde y sus concejales son de bulto, se incrementa la presión política y se hace más evidente el descontento social. Sobre todo, si el electorado que se supone votó a los verdes mayoritariamente se califica como progresista o de izquierdas. Es decir, personas inconformistas y exigentes, con criterio propio, que se cuestionan las cosas y no quieren ser tratadas como un rebaño de borregos.
Si encima el apoyo también provino de otras personas que son conservadoras y no se identifican con los valores verdes, entonces a la mínima metedura de pata, y ya son varias, reaccionarán contra aquellos que pragmáticamente creían buenas personas y buenos gestores, atendiendo a los logros de la legislatura pasada del tripartito. Las simpatías son tan fugaces como las estrellas que se apagan demasiado pronto y los líderes de cartón piedra que se queman y esfuman con el humo.
La consecuencia de todo esto es que, pese a que se haya presentado hace unos meses el documento estratégico de Felicidad, Igualdad y Diversidad, no se puede imponer a la gente que sea feliz por decreto. Vivimos una realidad difícil, tensa, contestataria y rebelde contra lo que se denomina el establishment. Quieran o no quieran, los Verdes son el poder establecido en Villena al llevar seis años gobernando el municipio, de los que dos lo hacen en solitario con once concejales y concejalas.
Así pues, los miembros del equipo de gobierno están preocupados por el desafecto que perciben de los vecinos y las vecinas. Ese miedo y desasosiego que les invade no es alarmismo, es alarmante. Si se es incapaz de reaccionar, se está abrumado por las circunstancias, se adoptan malas decisiones, se incurre en incongruencias y se carece de iniciativa, el problema será achacable solo a la inoperancia o a la falta de coordinación de los integrantes del ejecutivo Verde. No se puede seguir tirando balones fuera, recurriendo al victimismo y culpabilizando a los demás.