Cultura

Postal navideña

Poco después de la noticia que nos habló del interés ruso sobre nuestros recursos estratégicos, nos llegan informes alertándonos de la llegada de una ola de frío polar. Del intercambio de acciones con los rusos todavía no tenemos noticias, no así ha ocurrido con el frío. Los feriantes, como huyendo de la temida impronta del invierno villenero, han recogido sus adminículos y han plegado sus plataformas sobre las plataformas de sus camiones para marchar a otro lugar. Al paseo marítimo apenas le queda el consuelo de ver llegar el jueves para volver a sentir el bullicio sobre su pétrea piel. Nuestro paseo marítimo no tiene el consuelo del mar susurrando a su lado sino el del traqueteo de las ruedas de acero sobre los raíles gemelos.
El frío ha llegado sin llamar a la puerta, nunca lo hace al visitar nuestra ciudad. Pero esta vez ha tenido la delicadeza de traernos un poco de nieve que nos ha dejado comparar nuestras calles con las de otras ciudades lejanas. Aunque rácano ha traído nieve este invierno, quizás para que podamos hacernos ilusiones, quizás para que pensemos en aquello del año de nieves año de bienes. Pero tan poca nieve por el momento que ni siquiera no da para pensar en hacer una pista de hielo en nuestra amputada plaza de toros que nos haga olvidar la ilusión por disfrutar de una piscina cubierta.

El invierno ha llegado de repente, sin tener que esperar a que el paso del tren deje alzarse las barreras. Los abrigos han salido de los armarios y de las tintorerías, las mantas se desprenden de sus envases de plástico y se desperezan sobre la camas, se encienden los calefactores, algunos salimos corriendo a comprar veneno para pingüinos, de ese que venden en bombonas anaranjadas que adelgazan a velocidad de vértigo. No trae tantas cosas malas el invierno, a quien no le guste este helor o esta temprana oscuridad puede agradecer que las bajas temperaturas apagan el obstinado olor indescriptible que viene de allá, cerca de donde yacen nuestros más remotos antepasados.

A quienes no les guste el frío, ni la oscuridad, ni tengan ahora tanto cash para gastar como tuvieron años atrás, sólo se les puede pedir que se alejen de los noticiarios, que hibernen con la esperanza de que todo va a salir bien, que todo pasará aunque haya que pasarlo. Siempre se ve todo mejor peor cuando nos tranquilizamos, reflexionamos y volvemos a abrir los ojos con una mirada limpia. Entonces se puede llegar a pensar que quizás vivimos un momento histórico donde es oportuno precisamente eso: reflexionar. No sólo las personas asistentes a la dichosa cumbre de la G, sino cada persona, repensar nuestro modo de vida, nuestras expectativas y aquello que nos hace sentir bien.

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