Sociedad

Pregón del Mercado Medieval, por Isidro Gosálvez Aznar

Autoridades, Mercaderes, Queridas gentes que en el Rabal habitan, amigos todos. Cuántas cosas quisiera escribir de mi querida Villena, la muy Noble, muy Leal y Fidelísima ciudad. Y de su también Noble barrio del Rabal, Noble por sus gentes, por su vecindario, por sus amigos. En verdad he de agradecer a la gente del Rabal por ser como son, por ser quien son, de corazón, Gracias.
El pasado, el presente y el futuro vienen hoy a este pregón. Del pasado son muchos los recuerdos que me vienen; recuerdo aquellos tiempos en que, al salir del colegio la chiquillería, con sus gritos, sus risas y sus juegos, llenaban las calles de alegría, llenaban las calles de vida.

Con el transcurso del tiempo, la vida ha ido cambiando el barrio del Rabal, pero siguen habiendo cosas en él que continúan igual, y es que este lugar tiene algo… algo que atrae y que consigue, que cuando vives en él, ya te resulta casi imposible salir, por mucho que lo intentes, y si sales, siempre te acompañara la nostalgia y la añoranza por haberte ido. Y es que los lazos de amistad que aquí se tienen son profundos, la forma de pisar la calle, vivirla y sentirla, son diferentes.

Dentro de unos minutos se hará un recorrido por estas calles, donde podremos ver espectáculos diversos, juegos de banderas, artistas, músicos, arqueros, bufones, artesanos, luchas entre caballeros. Disfrutadlos.

Invito y sugiero, a todos los que a este mercado vengan, a vivir algo más que el mercado, invito a que conozcan sus calles, sus placetas y sus rincones. Demos un pequeño paseo y veremos en primer lugar la Iglesia de Santa Maria, llamada en sus orígenes “Santa Maria del Arrabal” debido a que se encontraba fuera de lo cercado de la ciudad. Subamos hacia la Plaza Hermanos Sánchez Griñan, denominada así en honor a aquellos maestros cuya labor dejó huella en la educación de nuestros hijos. Quiero rendirles homenaje y recuerdo, por su magnífica labor. Siguiendo este recorrido, nos adentramos en la plaza y calle de la Tercia, cuyo nombre viene dado porque el edificio allí construido era el lugar donde la Iglesia recogía los diezmos que los ciudadanos pagaban.

Si miramos al fondo de la calle vemos la Ermita de San José, pequeña, pobre, austera, pero que ejerce un lazo de unión entre los villeneros y villeneras de una y otra parte de la ciudad. Este edificio fue declarado en ruinas, y estuvo a punto de desaparecer, pero gracias al tesón y entusiasmo de todos está siendo restaurado, y hoy se encuentra a punto de terminarse totalmente. Un importante edificio más que participa en la rehabilitación del barrio del Rabal.

Sigamos adelante, entre calles estrechas, sin simetrías: Calle Baja, San José, alta de San José, plaza Biar, La Rambla, Cantones, el palomar, Onil, la plaza el pozo, primera manzana, plaza Colache… y con la calma de un bello paseo llegamos a los pies de las murallas del Castillo de la Atalaya. Nuestro castillo, soberbia construcción guerrera medieval, edificado sobre un montículo y alrededor del cual se agrupan las edificaciones de los antiguos barrios de la ciudad.

Bajemos de la fortaleza, por las escaleras de Santa Bárbara, hacia la Plaza Mayor, que debió de ser una de las más bellas, hoy venida a menos, dejada por el tiempo y por los hombres. ¿No haremos nada por recuperarla?

Junto a ella estuvo en tiempos pasados la Torre del Orejón. ¡Ay! ¡Cuánta gente desea que vuelva la Torre que albergaba el famoso reloj, el cual al dar las horas asomaba su grotesca cabeza! La campana de este reloj (hoy instalada en la torre de Santa Maria) no sólo daba las horas, sino que en invierno a las 9, y a las 10 en verano, avisaba a las villenenses que debían recogerse en sus casas.

Giremos la vista hacia Santa María, con su vieja fachada que pide ser recuperada, miremos su torre sin voz, sin sus campanas, campanas que por fin dentro de unas semanas serán colocadas de nuevo en su sitio, cinco campanas grandes, antiguas, totalmente restauradas, campanas a las que se le ha devuelto su sonido original, gracias a los vecinos de este barrio, y por villeneros de toda la ciudad, campanas que dieron las horas antes incluso que Granada perdiera su ultimo rey moro, antes que Colón llegase a América. Campanas que nos han visto crecer a todos, y que esperemos sigan ahí otros 500 años más.

Queremos que este barrio siga vivo, recuperarlo, y ver como poco a poco vamos haciendo que sus casas, sus calles y su historia resurjan de nuevo. Pero para ello, pido la colaboración de todos, y en especial de las autoridades. Para que nos apoyen con la mayor generosidad con el fin de que podamos conseguir lo que nos proponemos. El Rabal es el alma de Villena, y cuidar el alma es cuidar lo más importante que tenemos.

Villena y su Rabal han sido la cuna de grandes hombres: Chapí, Joaquín Mª López, Navarro Santafé, José María Soler, Alfredo Rojas, maestro Bravo…

Y sin más dilaciones y entretenimientos, disfrutemos estos días de las grandes fiestas del Rabal, de su gran Mercado Medieval; compren a los artesanos, disfruten de sus tabancos, donde buena comida y buenos vinos les esperan, aplaudan sus atracciones y sobre todo adquieran las tortas de San José. Tortas que con mucho esmero hacen las vecinas del barrio.

A todos los que en el Rabal viven, a los que en el campo habitan, a los vecinos de nuestro barrio, a toda Villena: Anuncio que las fiestas van a comenzar. Por lo tanto recojan los enseres, paren los trabajos, guarden los animales y que sólo queden quienes desempeñen las labores necesarias para el bien de la ciudad.

Rabaleños, rabaleñas, villeneros, villeneras, amigos… por la autoridad que se me ha concedido, con la lectura de este pregón, queda inaugurado el Mercado Medieval.

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