Fiestas

Preludio de alegría

Día 5 de septiembre, mediodía, todo preparado. O casi. Recuerdos, muchos recuerdos... Cuando durante esa etapa en la que no se es un niño, ni tampoco un adolescente, te decían en casa que “habían quedado con la fila”. Te esperaban para realizar ese peregrinaje que todas y cada una de las personas festeras tanto deseaban... Cómo pasan los años y qué grande es ver que algunos ritos se perpetúan en el tiempo.
Algunas resacas del día 4 vaticinan el día más importante del año para gran parte de la ciudadanía villenense. Diferentes son las formas e idéntico el sentimiento a la hora de vivir las Fiestas de Moros y Cristianos en Villena. Las hay que hacen vida comunitaria con “la peña” en el local durante esa semana especial, los que engrandecen su comparsa dando vida a sus sedes desde el primer minuto o aquellas personas que directamente optan por hacerse con la calle en esos días lúdicos, como lugar de encuentro con la sociedad.

Existen tradiciones que nunca faltan ni fallan. Comprar “pasticas” y cantueso con los primeros coletazos de septiembre, llevar el traje, el pico o el turbante al local de la escuadra. Recoger la mochila o los manguitos que hace casi un año prestaste a ese de tu fila al que no has vuelto a ver en todo el año, pero que te trata como un hermano cuando te ve aparecer por casa (un año más...).

Villena esos días se emociona. Huele a alhábega por cada esquina, las calles están cortadas y las familias enteras, los amigos/amigas, compañeras de escuadra, los socios de cada una de las comparsas, los turistas, el sonido a pasodoble y marcha mora en cada calle. Se percibe que algo grande está a punto de comenzar. Es día 5, el único día del año que no hace falta acompañar del mes para saber de qué hablamos...

Llegando a la plaza de Santiago se comienza a congregar la muchedumbre, estrechándose el paso por las calles: el Chicho, Ramón y Cajal, Teniente Hernández Menor, Marqués de Villores... Todas y cada una de ellas se encuentran llenas; no solo de gente, sino de ilusión, alegría, nerviosismo y entusiasmo. Sabroso cocktail.

Cuando por fin consigues llegar a la plaza, buscas a los cargos de tu comparsa para estar junto a ellos en ese momento especial. En ese chupinazo que año tras año nos congrega frente a la fachada del Ayuntamiento. Falta muy poco y algo se estremece en tu interior, ahora sí. Ya han llegado.

Las doce del día 5
Las campanas anuncian que son las doce del mediodía. El gentío en la plaza es un rugir cuando comienzan a desfilar por el balcón las personas que serán representantes de toda una ciudad, de todo un sentimiento, durante esta semana.

Nuestra pregonera se asoma al balcón, absorta entre tantas emociones. Ante la novedad y la belleza de ese momento. Contemplando una plaza, tan de siempre y hoy tan nueva. Ante la novedad que supone ser la encargada de transmitir el emotivo mensaje que cada año precede nuestros días grandes.

Un mensaje que lleva implícito el significado de lo que son nuestras Fiestas. La responsabilidad del testigo histórico que representa plantarse ante la ciudad para mantener la tradición de tantas personas, conocidas o anónimas, que hicieron algo grande por nuestra ciudad y alguna vez acogieron la propuesta del ayuntamiento de Villena de seguir hilvanando ese testigo con sus pregones.

Y sin saber muy bien por qué, a ti, que estás debajo de ese balcón escuchando los sentimientos y razones de quien proclama desde arriba, inundado por esa aura mágica que no puede describirse y sabedor de que estamos a día cinco, te sale cantar y gritar. Contagiar proclamando y sonriendo ante el resto: ¡¡¡Día cuatro que fuera!!!

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