Cartas al Director

Puestos a hablar de ruidos y del derecho al descanso, yo también tengo algo que decir

Cuando la Cabalgata empezó a alargarse tanto como para intentar batir un record Guinnes y amenazar con unirse a la Diana, se originó un movimiento llamado San Gerbata que podría calificarse como brillante, ya que evita que los festeros que tienen ganas de aguantar un poco más y ver amanecer al ritmo de la música, no tengan que desplazarse hasta verbenas lejanas para tan escaso espacio de tiempo y castigo de sus pies ni pagar entradas en verbenas más cercanas pero en las que los castigados serían sus bolsillos para tan sólo disfrutar un par de horas.

Así pues, como digo, un grupo de músicos (a los que felicito por su desinterés a la hora de soplar y golpear sus instrumentos de percusión y viento de forma gratuita y altruista para disfrute del público en general) tuvo esta genial idea: ¿Por qué no montar el sarao en mitad de la calle y que todo aquel que tenga ganas de fiesta pueda unirse desde el término de la Cabalgata hasta el inicio de la Diana?.

Dicho y hecho. Desde hace varios años este movimiento ha ido creciendo hasta amenazar, incluso, con convertirse en acto oficial, según he oído (que no creído).

Recuerdo comentarios de hace unos años en los que esta verbena móvil se paseaba desde la Puerta de Almansa hasta Casa Angelica, llegando incluso a protagonizar alguna pequeña anécdota por la gran aglomeración de gente que a determinadas horas todavía llenaba la calle sin dejar pasar a los primeros bloques de la Diana.

Pues bien, desde hace dos años la verbena móvil ya no lo es tanto y parece haber encontrado, o alguien le ha encontrado, un sitio fijo: la puerta del Teatro Chapí. Al parecer el acto de la San Gerbata tiene “permiso” (cosa que dudo) para estar allí según me comentó el agente de la policía local que me cogió el teléfono el primer año que, habiendo pegado un salto de la cama a las 6,00 de la mañana al oír un bombo bajo mi ventana, se me ocurrió llamar para quejarme de aquel inesperado escándalo a una hora tan intempestiva. Ese primer año me pilló de improviso y, por supuesto, no pegué ojo en toda la noche del 6 al 7.

Empalmé Cabalgata, San Gerbata y Diana, totalmente recomendable, si además tienes niños pequeños que después tampoco te dejan dormir durante el día (que supongo que es lo que hicieron todos los que allí saltaban y bailaban al ritmo de “el caballo camina p´alante el caballo camina p´atrás…”, “alcohol, alcohol, alcohol, alcohol, hemos venido a emborracharnos…”), etc.

El segundo año, es decir, el pasado, temía que el festival volviera a repetirse y así fue, aunque ya no llamé a la policía ni intenté dormir ¿para qué, si sabía que ambas eran opciones inútiles? Y me quedé mirando el reloj, esperando a que dieran las 7 y tocaran el Himno de la Morenica y después se hiciera el silencio (los chicos se lo curran).

Y mi pregunta es: “¿Tengo que resignarme y ya está?”.

Vaya por delante que si yo no tuviera dos niños, a los que temo que también despierten, que al día siguiente no me dejan dormir seguramente me uniría a la juerga que la vida son dos días, pero dado que esas son mis circunstancias, me molesta y mucho que perturben mis, ya de por sí, pocas horas de sueño en estos días.

Así pues, solicito a quien corresponda que permita a estos chicos seguir pasándolo bien de esta forma tan original, pero que les concedan “permiso” para hacerlo cada año en un barrio de esta nuestra gran ciudad, para deleite de todos los vecinos de Villena, incluidos aquellos que conceden dicho permiso.

¡Felices Fiestas!

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