Punto y aparte
Abandonad toda esperanza, salmo 97º
Muchas novelas se han materializado como tales como podrían haber sido una película, y hay tebeos que podrían haberse concebido como una obra teatral: son aquellas obras en las que importa mucho más lo que se cuenta que cómo se cuenta, siendo esto un mero instrumento para darles forma.
Por ello resulta particularmente grato el descubrimiento de una película donde el talento de su realizador queda bien patente a la hora de colocar la cámara y montar las secuencias, como pueda ser el caso de Murnau, Kurosawa o Lynch; o un libro en el que se demuestra un dominio absoluto del estilo literario, más allá del interés de su argumento, como ocurre con Shakespeare, Valle-Inclán o Nabokov. Lo mismo pasa con el cómic: nos resultan especialmente interesantes aquellas obras que expresan como muy pocas las posibilidades narrativas exclusivas del arte secuencial.
Por tanto, el descubrimiento de Edmond Baudoin ha sido de lo mejor que nos ha ocurrido en los últimos meses: considerado en el país vecino como el padre espiritual de la nueva historieta francesa, cuenta con un universo propio, una manera personal de contemplar las cosas y contarlo al resto del mundo.
Un buen ejemplo de ello es Piero, publicada en Francia hace casi una década pero que llega ahora a nuestras manos: de carácter autobiográfico, en sus páginas el francés relata su infancia en compañía de su hermano mayor, con quien comparte la afición por el dibujo y la facilidad para dejarse llevar por ensoñaciones fantásticas que lo alejan de la monotonía de la realidad.
Si lo que cuenta en este libro está cargado de emotividad y una agradable a la vez que melancólica sensación por el pasado, no se pierdan la forma en que Baudoin convierte cada página, cada viñeta, en el medio a la vez que en el fin en sí misma, dando forma a una obra que es al mismo tiempo autobiografía y cuaderno de bocetos, narración y ensayo sobre la ilustración y sus posibilidades expresivas.
Menos autobiográfica, aunque también deba mucho a las obsesiones de su autor, es El viaje, en la que Baudoin cuenta la odisea de un ejecutivo que un buen día decide abandonar a su familia y su trabajo y subirse a un tren cualquiera para emprender un viaje iniciático. En su periplo conocerá a una serie de personas que le influirán en su modo de ver lo que le rodea; y a lo largo de su traslado aprenderá a disfrutar de nuevo de los pequeños placeres de la vida.
De esta forma, el protagonista de El viaje decide hacer un punto y aparte en su vida, de la misma forma que la obra de su autor es punto y aparte del resto de sus congéneres. Gustará más o menos, pero lo que está claro es que Edmond Baudoin es único e inconfundible, y que su descomunal talento solo podía expresarse mediante el noveno arte. Yo de ustedes le daría una oportunidad: en mi opinión, merece sobradamente el viaje.
Piero y El viaje están editados por Astiberri.