Cartas al Director

Punto y final

Querida Isabel: en primer lugar te quiero decir que no sé si eres consciente de que escribes en un medio publico de comunicación, y no lo haces eventualmente sino que eres fija, quiero decir, que tu columna ve la luz cada semana, por lo que creo que deberías estar más y mejor informada, ya que no eres una “opinante” casual, sino –a mí entender– algo más. Y digo esto por que te leo y compruebo que hablas un poco por hablar, sin “legitimidad” como diría tu compañero de contraportada.
Al grano. El Cerezo es una empresa privada con derecho a hacer lo que crea conveniente y como ellas lo vean oportuno, y si a ti no te gusta, pues no acudes, nadie te obliga. Ellas organizan un acto y lo simbolizan tal y como lo ven, y cada cual es libre de interpretarlo como le venga en gana.

Como dice mi amiga Nieves: “Me alegro de que tú y todas las mujeres que conoces tengan todas las necesidades cubiertas, acceso a lo mejores puestos de trabajo, conciliación total de tu vida laboral y familiar, que cobráis todas igual o más que vuestros compañeros de trabajo y que os sentís con todos vuestros derechos conquistados. Y que eso si lo tenéis es porque otras mujeres han luchado antes que vosotras. Nosotras seguiremos trabajando por lo que queremos y como lo creemos y no serán las periodistas locales quienes dicten nuestra política”.

Es cierto que El Cerezo es una asociación perteneciente al “famoso” Consejo, como otras cuantas más, y por lo tanto éste colabora en el encuentro, pero esto es meramente simbólico.

El programa de radio tiene un buzón de sugerencias y un correo electrónico (mujeresenlaonda_hotmail.com), al que creo que tú nunca has acudido, ni –dicho sea de paso– ninguna otra. Te aseguro que sería genial recibir, aunque fuera, alguna crítica. Además, decirle al de la contraportada con todo mi respeto, que yo, que pertenezco al Consejo, he sido elegida por mi asociación para representarlas en éste; al igual que cada una de las que lo conformamos.

Sabes Isabel, admiro mucho a los hombres (al margen de que me encantan, pero eso es otro cantar), ellos siempre son amigos, no se critican tantísimo, y mucho menos en público; ésas son las cosas buenas que tenemos que aprender de ellos. Dos chicos, siendo uno del Barcelona y otro del Madrid, no encuentro nada más antagónico (para un hombre, claro), son capaces de ser amigos, te lo puedes creer, y además llevarse bien, “jo como mola”. Por qué una mujer que sea feminista no puede tener una amiga que sea… que sé yo, de alguna comunidad cristiana, te parece tan descabellado, es tan improbable, realmente las mujeres somos tan poco tolerantes con nosotras mismas.

Mira, yo no quiero entrar en ese juego de tú me echas mierda yo te echo más, para eso, desgraciadamente, ya están los políticos; y si por algún casual habéis creído tú o tu jefe que esto sería interesante para el periódico creyendo que eso subiría las ventas de éste, desde ya te digo que no. No me interesan en absoluto los supuestos debates, tan de moda en estos momentos, en los que todo el mundo tiene algo que decir sobre los demás, y no son halagos, precisamente.

Y sentiría mucho que esto pasara, ya que –como alguna vez le he dicho a Carlos– me sentí orgullosa de ver en la calle un periódico como éste. Espero que no se convierta en un folletín.

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