Cartas al Director

PZOE: Díaz, Sánchez y López

Al margen de su afiliación al partido, los candidatos y la candidata a la Secretaría General del PSOE también comparten otra cosa: la letra final de sus apellidos. Algo que puede parecer una simple anécdota, pero que adquiere un significado trascendental.
En este sentido, Susana, Pedro y Patxi cumplen con el requisito que todo socialista debe tener en cuenta si quiere aspirar algún día a presidir el Gobierno de España. Los únicos que lo han hecho desde la Transición han sido Felipe González y José Luis Rodríguez Zapatero. Algunos dirán que es solo una casualidad. Otros, que se trata de una verdadera causalidad. No sin cierta ironía, podría afirmarse que el éxito depende del apellido. Y si termina en “Z”, mucho mejor. Como si el carisma, la trayectoria, el programa idelológico o las circunstancias imprevistas no influyeran en estos asuntos.

Una de las razones que se está poniendo de manifiesto durante la precampaña de las primarias para optar entre uno u otro candidato se relaciona con la necesidad de volver a ganar unas elecciones. El objetivo prioritario, según dicen, es desalojar del poder al Partido Popular, considerando la abstención en la investidura de Rajoy como un mal necesario, una muestra de responsabilidad o un mero accidente.

Sin embargo, se precipitan porque lo que se elige en esta ocasión es quién va a ser Secretario o Secretaria General. Un asunto que concierne exclusivamente al aparato orgánico y a los militantes. Una cosa es liderar o dirigir el partido y otra diferente liderar o dirigir el país. Además, sin pretender alentar las controvertidas bicefalias, no tiene por qué ser la misma persona. Si bien existe un vínculo consustancial y directo entre el proyecto político que se ofrece a la militancia y cómo se traslada después de manera creíble y coherente a la ciudadanía que ha de votar en unos comicios estatales.

Los partidarios de Susana Díaz, Secretaria General andaluza y, a la postre, Presidenta de Andalucía, defienden su capacidad de imponerse con creces en las urnas. Y argumentan los buenos resultados cosechados en su feudo, que la distancian del PP y Podemos.

Pero se equivocan si pretenden comparar a España con una Autonomía en la que el socialismo lleva apegado al poder más de 30 años consecutivos. El mérito, tal vez, no sea de Susana, sino del PSOE andaluz y los mecanismos institucionalizados que se han pergeñado a lo largo de estas décadas para perpetuarse, eso sí, con el refrendo de los electores que respaldan las políticas llevadas a cabo. A pesar, incluso, del desgaste sufrido y los casos de corrupción.

España no es Andalucía, como suelen creer los turistas extranjeros. Nuestro Estado es tan complejo y heterogéneo que toda simplificación supondría cometer un grave error de apreciación geopolítica, social y cultural. Por eso, hay otros aspectos internos y externos fundamentales a los que habrá que atender a la hora de tomar la decisión, valorando el contexto de la socialdemocracia europea, la realidad sociológica de la izquierda, así como el pasado, el presente y el futuro del socialismo español.

A ver si ahora el ceceo va a ser una impronta tan característica y representativa del PSOE, que va a terminar convirtiéndose en el PZOE. Una ridícula caricatura más propia del personaje histriónico de POZÍ.

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