Editorial

Que alguien ponga fin a este disparate

Por enésima vez y muy a nuestro pesar, nos vemos obligados a escribir este editorial pensando en la crisis interna que vive el equipo de gobierno del Partido Popular, que si bien nos había “obsequiado” hasta ahora con episodios de difícil superación, acaba de batir sus propios récords con un chusco episodio más propio de países tercermundistas: un concejal y un cargo de confianza, ambos del mismo partido y del mismo gobierno, liados a mamporros en plena calle y ante numerosos testigos presenciales.
Juan Richart, concejal de Obras, e Isidro Gosálbez, asesor de Ocio designado por la alcaldesa, Celia Lledó, son los protagonistas de una surrealista situación que define bien a las claras la tensión, el enfrentamiento y la insoportable realidad que se respira en el seno del gobierno villenense. Versiones de lo sucedido hay dos, y pueden conocer ambas en nuestras páginas interiores, pero lo cierto y verdad es que a nosotros no nos importa lo más mínimo quien pudiera tener razón o dejar de tenerla, quien empezó y quién se defendió, quién “atacó” primero y quién “respondió”. Lo cierto y verdad es que una situación semejante es inadmisible, vergonzosa, patética y agota todos los calificativos existentes en el diccionario. Villena, no nos cansaremos de repetirlo, no se merece algo así.

Esto ha llegado mucho más lejos de lo que cualquiera podíamos esperar, y ya no se trata de intentar comprender cómo se puede dilapidar de este modo la mayoría absoluta más grande conocida por Villena o cómo podemos consentir que nuestra ciudad tenga gobernantes que no se hablan entre sí y que dedican su tiempo, en lugar de a trabajar por quienes les pagan, a conspirar y malgastar sus energías en una guerra interna que, a quienes no somos del PP, ni nos va ni nos viene. Lo que está en juego es la imagen de Villena y de su ayuntamiento, ciudad e institución que están muy por encima de cualquier Corporación, partido político, equipo de gobierno o partido de oposición. Y por eso mismo, no se puede permitir que pase lo que está pasando.

Nuestra alcaldesa, Celia Lledó, es la única persona que tiene la potestad suficiente para frenar este descalabro de manera automática, lo que pasa inexorablemente por la toma de decisiones radicales que no excluyan expulsiones o cambios inmediatos en su equipo. Si lo hace, estará actuando como debe. Si no, se estará convirtiendo en cómplice, aunque sea por omisión, de uno de los acontecimientos más tristes de la historia de nuestra ciudad.

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