Apaga y vámonos

¡Qué bueno que viniste, pibe!

Menos mal que viniste desde allá, pibe, a enseñarnos a todos cómo se hacen bien las cosas. Sinceramente, no me explico cómo nos las hemos podido apañar hasta ahora sin ti, sin tu profesionalidad, sin tu saber hacer, sin tu maestría, sin tu exagerado interés, casi diría amor, por tus pacientes… ¡Sos macanudo, purrete!
Imagino que ashá, en tu argentina natal, deben estar tirándose de los pelos ante tu tremenda ausencia, llorándote a diario, conscientes de haber perdido –la jodida madre patria les volvió a robar– a una figura sólo comparable a los más grandes, a los Gardel, a los Borges, a los Bioy, a los Cortázar… aunque me da a mí que la cosa es comparar más bien con los Maradona, que primero encandilan pero después te das cuenta de que no son más que auténticos farsantes, pobres desgraciados que no acaban dando más que pena y hasta un puntito de grima.

Cruzaste el charco, pibe, y llegaste con tu título de doctor bajo el brazo a nuestro humilde Centro Sanitario Integrado para sentar cátedra, para explicarnos a los gashegos, boludos que somos todos, cómo trabaja un verdadero profesional. Te las diste de cronopio, pero no eres más que un triste fama como tantos otros (para más referencias, “Historias de Cronopios y de Famas”. Julio Cortázar, 1962), que o bien te contagiaste pronto de la desidia general de la gloriosa administración sanitaria española (divídase el caos entre 17 comunidades autónomas) o bien ya traías en tu maleta la pereza, la indolencia y la soberbia de quien, por tener un título universitario, se cree por encima del bien y del mal.

No han sido uno, ni dos, ni tres los pacientes que me han hablado de tu actuación. Algunos de ellos me cuentan que diagnosticas sin apenas mirarles, en tan solo dos minutos, despachándoles con un “eso apenas tiene importancia, vuelva el año que viene” que finalmente, previa visita a una clínica privada (de esas en las que la gente corriente, que no es doctora, se deja el sueldo para contrarrestar la mala actuación de los profesionales de la sanidad pública que paga con sus impuestos), se ha convertido en un “váyase usted corriendo a Urgencias que es una lesión grave y hay que tratarla lo antes posible”.

¿Me seguís, pibe? Efectivamente, te estoy diciendo que tus diagnósticos, por decir algo, fallan más que una escopeta de feria. Que a la gente, especialmente a la mayor, hay que tratarla como se merece, porque no hay derecho a que haya que solicitar un segundo diagnóstico –de pago– debido a tus prisas, tus pocas ganas o tu incompetencia. Porque ya pagamos, y no poco, por una atención médica que se nos debería prestar del mejor modo posible, justo al contrario de como lo haces tú, que seguro que te guardas tus sonrisas y tus mejores atenciones para la clínica privada donde echas horas y completas un más que aceptable sueldo, ése que no tienen quienes acuden a ti y acaban llevándose un chasco.

Imagino que no leerás esto a no ser que algún compañero corporativista te lo ponga delante, pero lo que sí sé es que me están leyendo muchas personas que te han sufrido y muchas otras que te sufrirán en un futuro, a las que animo a denunciar públicamente cualquier diagnóstico errado, cualquier falta de atención, cualquier grosería pretenciosa… Y también me estará leyendo el concejal de Sanidad, a quien le ruego que se informe de lo que está pasando con el oculista del Centro Sanitario Integrado y tome las medidas oportunas, porque los ciudadanos de Villena no se merecen un servicio así.

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