Estación de Cercanías

Que el ritmo no pare

No se lo van a creer, pero desde hace tres semanas los compases de “La Jota de Villena” –¡Mi madre me ha hecho triguico, mi madre me ha hecho triguico!– resuenan en mi cabeza sin tregua, me acompañan en mi lugar de trabajo, en casa y en esos ratos en los que necesitamos entonar una canción para despejar sombras de nuestra mente y refrescar las ideas.
¿Y por qué, se preguntarán? Pues por la magnifica experiencia que ha supuesto para mí aprender, o intentar hacerlo, a bailar nuestra Jota. Durante las dos semanas que ha durado el taller de iniciación, al que llegué gracias al interés de mi hija por hacerlo juntas, y con Belinda (mi compañera de trabajo), he podido ponerle sentimiento, y pasos, a una tonadilla toda la vida conocida pero sin más repercusión que ésa: la de tonadilla conocida. He compartido con gente de todas las edades –niños, jóvenes, mayores y más mayores– calurosas noches de verano en “La Troyica”, risas, buen ambiente y ganas de conservar lo nuestro, nuestras tradiciones. Tradiciones que a pesar de parecer olvidadas en el baúl de los recuerdos, gustan, y los primeros sorprendidos gratamente han sido los organizadores del taller, que calcularon en 20 personas aproximadamente el número de posibles asistentes, cuando fuimos cerca de 80 los que acudimos a su cita.

Cita ésta que nos ha dado la oportunidad de actuar sobre el escenario del salón de actos de la Kaku acompañados por la rondalla de la asociación, todo un lujo, para poder mostrar los frutos de nuestro esfuerzo, pasando nervios, sintiendo un poco el vértigo del debut y llenando las butacas del teatro de familiares y amigos para hacerles partícipes del peculiar acontecimiento, cual niño que necesita compartir las ilusiones más intensas.

Pero sin duda alguna lo que más me ha gustado de esta aventura, dejando al lado las sensaciones vividas, ha sido comprobar de primera mano y desde dentro el cómo y el por qué hay costumbres, usos y tradiciones que no pasan con el tiempo. Y en Villena tenemos la suerte de contar con un grupo de personas, nuestros Coros y Danzas, amantes de los bailes y tonadillas típicas de estos lugares, que sin mediar gratificación económica de por medio, que convertiría su vocación en trabajo, se entregan en cuerpo y alma a la labor de conservar impecablemente la herencia trasmitida por nuestros abuelos, siendo portadores del legado dentro y fuera de nuestro pueblo y abanderando con ello el nombre de Villena allá por donde van. Los integrantes del grupo, que han ejercido de profesores, son gente corriente, sin estudios de danza, sin compases ni tiempos. Ellos han contado para la enseñanza con otro tipo de métodos, las ganas de trasmitir, la pasión por lo que hacen y un inmenso amor por este folclore. Y de este modo lo hacen llegar con la intención y, sin duda, la esperanza, de lograr hacer perdurar aquello que aman mediante la renovación e incorporación de nuevos miembros a su agrupación, con menos edad y muchas ganas, que sean dignos continuadores de la tarea.

Pero para ello no debería quedar reducida esta labor a la posibilidad de realizar un taller estival, novedad este año por motivo de su 50 aniversario. Desde el estamento al que corresponda se debería potenciar la enseñanza de estos bailes, creando una escuela, en la cual poder trasmitir a generaciones venideras estos rasgos culturales para evitar que acaben como tantas otras cosas en el recuerdo de los mayores. Y para compensar de algún modo la labor que personas como Facundo, Antoñita, Consuelo y todos y cada uno de los componentes de la agrupación realizan “por Amor al Arte”.

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