Qué frívolo he sido
Abandonad toda esperanza, salmo 262º
Pues sí. Pero es que, aunque quizá no debiera ser así, los libros, como las personas, la comida, los coches y los acabados del estucado, entran primero por la vista. Por eso no acabo de entender que uno de los sellos de Random House Mondadori, Caballo de Troya, tenga unas cubiertas tan insípidas. Vale que quieran dejar patente que se trata, cito textualmente de su web, de
"un sello con perfil de editorial independiente integrado paradójicamente en un gran grupo", pero hasta las editoriales más humildes se suelen permitir a un diseñador gráfico un poco menos desaborío. Porque lo que ocurre muchas veces con esta línea que apuesta por los nuevos valores de las letras castellanas es que, como sus títulos no vengan avalados por una campaña publicitaria considerable, acaban por pasar injustamente desapercibidos. Y es que si los griegos no llegan a maquear un poco el dichoso caballo en Troya no entra ni Dios.
Merezco que me llamen frívolo, pero creo que fue por eso que dejé escapar en su día, hace ya siete años, El malestar al alcance de todos de Mercedes Cebrián, una obra que aprovechando que se publica ahora lo más reciente de la autora, La nueva taxidermia, la editorial recupera en formato de bolsillo con una cubierta un poco más atractiva: de hecho sale un culo, o al menos un poco de culo, y un cielo azul, y unas fachadas, unas parabólicas y unas cuerdas para tender ropa. Vaya por delante que la lectura de ambos libros es una de las experiencias más gratificantes que he vivido como lector en los últimos meses, y me ha recordado a lo que sentí tras descubrir a la italiana Simona Vinci, otra autora de breves ficciones envenenadas. Porque detrás de ese culo, esos edificios y esas pinzas de tender se esconden catorce cuentos por lo general excelentes y once poemas que gustarán hasta los que, como yo, tenemos la sensibilidad para la lírica más bien justita; son relatos que retratan con ironía y crueldad un cuadro humano donde no faltan un novio que se ve abocado al fracaso matrimonial antes de dar el "Sí, quiero", un adicto a la alta cultura -en un cuento que me recordó a otro de Woody Allen antes de que la autora confesara abiertamente el referente-, o una mujer que a fuerza de coleccionar identidades empieza a quedarse sin ninguna. Asusta un poco que en este libro haya tantos cuentos que rocen la perfección.
Si aquello fue un debut deslumbrante, La nueva taxidermia es todavía mejor, y no hace sino confirmar las esperanzas puestas en esta creadora de universos angustiantes con dos de lo que los franceses llaman nouvelles, esto es, dos novelas cortas (o relatos largos, que para el caso es lo mismo): "Qué inmortal he sido" refleja un presente que resulta insatisfactorio por la obsesión de girar permanentemente alrededor de una construcción de vivencias del pasado, y "Voz de dar malas noticias" es un relato sobre las relaciones humanas al estilo de Raymond Carver que se transforma en historia de terror con muñecos de ventrílocuo más inquietantes que los de las películas Al morir la noche y Magic. Qué más puede decirse de un libro llamado a figurar, estoy seguro, entre lo mejor del año. Y eso que todavía estamos en febrero.
El malestar al alcance de todos y La nueva taxidermia están editados por Mondadori.