Que se mueran los feos
Abandonad toda esperanza, salmo 202º
Algunas adaptaciones cinematográficas nos permiten a aquellos que no leemos todo lo que quisiéramos poder dárnoslas de cultos hablando de este autor o de aquel libro sin necesidad de conocerlos de primera mano. Un buen ejemplo es que cualquier mindundi que haya visto Blade Runner, Desafío total o Minority Report podrá hacerse una idea de lo que ha supuesto la figura de Philip K. Dick para la literatura del siglo XX. Lo mismo sucede con Los sustitutos, film que adapta uno de los mejores cómics de género de los últimos años, y que me parece una traslación modélica en la medida en que las libertades que se toma con el trabajo de Robert Venditti y Brett Weldele no pasan de ser superficiales, respetando por tanto la esencia de una labor que sitúa a sus responsables como dos de los más aventajados herederos del legado de, precisamente, el propio Dick. Y es que esta pareja actúa como el malogrado escritor en ¿Sueñan los androides con ovejas eléctricas? (que inspiró, sí, Blade Runner, y no se pasen de listos que esta sí la leí): a partir de la investigación de un crimen se utilizan los resortes de la novela negra de toda la vida para construir una reflexión acerca de la identidad en la sociedad contemporánea.
Decía John Lennon que la vida es eso que sucede mientras hacemos otros planes. Lo terrorífico de este cómic y su precuela De carne y hueso es que ambos nos muestran un futuro terriblemente verosímil en el que nadie necesita arriesgar su bienestar físico y se acaba dejando eso que sucede en manos de máquinas antropomorfas controladas desde la comodidad del sofá. Por tanto, y por su propia naturaleza la película consigue plasmarlo más adecuadamente que la historieta, se nos presenta un universo poblado solo por gente de rostros apolíneos y cuerpos de infarto mientras sus operadores se deterioran poco a poco en la intimidad de sus domicilios. No es casual, claro, la elección de Bruce Willis, aquí portentoso como siempre, pero que ya empieza a mostrar síntomas de cansancio como para seguir siendo un héroe del cine de acción durante mucho más tiempo.
No es mal momento este para reivindicar la figura de su realizador: aunque Jonathan Mostow -que ya se las vio con máquinas de apariencia humana en la tercera entrega de Terminator- pase por ser un simple artesano, en esta ocasión hace gala de un trabajo de dirección impecable que plasma en la pantalla las ideas del guión sin necesidad de subrayados innecesarios ni demasiadas concesiones a la galería de los estrenos blockbuster. Además se permite ofrecernos una escena, en la que todos los sustitutos son desconectados, que pese a su fugacidad podría ser uno de los momentos más bellos y emocionantes del cine fantástico de los últimos tiempos. Y de paso reflexiona sobre el culto al cuerpo que ya impera en nuestra sociedad desde hace un par de lustros gracias al flequillo del sustituto Willis, a las poses mostrando palmito del sustituto Radha Mitchell o al momento en el que el sustituto Rosamund Pike (actriz que aquí está excelente), desvencijado, se permite presumir de pectorales y trasero de una tacada, algo a lo que aspiran muchas actrices y cantantes hoy día y que, a fuerza de flexiones imposibles, algunas -piensen en Shakira o Beyoncé- acabarán consiguiendo sin necesidad de sustituto alguno.
Los sustitutos se proyecta en cines de toda España; The Surrogates y Los sustitutos: De carne y hueso están editados por Glénat.