Cartas al Director

Que su grito se vuelva el nuestro

Ante la dramática crisis migratoria de la que nuestro país y nuestro continente están siendo testigos durante las últimas semanas, queremos expresar nuestro profundo dolor por la realidad de miles de personas que, huyendo de la guerra, el conflicto y la persecución religiosa, buscan asilo y reclaman a Europa auxilio y acogida en un desolador éxodo que se ha cobrado ya multitud de vidas humanas, muchas de ellas de jóvenes y niños.
Somos conscientes de que se trata de un drama que lleva tiempo asolando a nuestros pueblos hermanos sin que Europa haya, hasta la fecha, encontrado una solución satisfactoria para tal problema de largo alcance que, más allá de sus implicaciones políticas y sociales, se ha convertido en una tragedia humana sin precedentes.

Multitud de esperanzas, proyectos de vida e ilusiones naufragan en las costas o agonizan en las carreteras y fronteras de nuestra Europa, sueño de paz y prosperidad para tantos hombres y mujeres que huyen del horror y la desesperación.

Como Acción Católica Española, Iglesia en el mundo, nos sentimos llamados a alzar nuestra voz como reclamo en favor de quienes consideramos hermanas y hermanos, habitantes de nuestra casa común, esta aldea global que, todavía hoy, palidece bajo los muros de la opresión y los signos de la separación que marcan las diferencias culturales, religiosas, sociales y políticas. Para nosotros, como afirma San Pablo, “ya no hay distinción entre judío o no judío, entre esclavo o libre, entre varón o mujer, porque todos vosotros sois uno en Cristo Jesús” (Gal 3,28).

En tantas personas desplazadas, oprimidas y exiliadas vemos el rostro sufriente de Cristo necesitado de abrazo, cuidado y acogida, pues “cuando lo hicisteis con uno de estos, conmigo lo hicisteis” (Mt 25, 40) y nos sentimos impelidos por las palabras del Papa Francisco en su invitación a poner la misericordia en el centro de nuestra mirada y en nuestro corazón: “Nuestras manos estrechen sus manos, y acerquémoslos a nosotros para que sientan el calor de nuestra presencia, de nuestra amistad y de la fraternidad. Que su grito se vuelva el nuestro y juntos podamos romper la barrera de la indiferencia que suele reinar campante para esconder la hipocresía y el egoísmo”.

Nos comprometemos a orientar nuestra reflexión y nuestra acción a promover una cultura de encuentro y acogida para todas las personas, signo del proyecto del Reino que Dios sueña para toda la humanidad.

Valoramos, apoyamos y llamamos a la ciudadanía a sumarse a las iniciativas de reivindicación y movilización que rápidamente han surgido en diversos puntos de nuestro país y en nuestra Iglesia, muestra de la preocupación y el deseo de la sociedad de comprometerse para solucionar esta situación.

Asimismo, reclamamos a los gobiernos, especialmente al nuestro, que asuman con solidaridad y valentía la responsabilidad de garantizar la protección y la acogida de toda vida humana desprotegida y víctima del conflicto y la persecución.

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