Qué tarde la de aquel día
Unas sintonías nos llevan a otras, como “Tommy”, que se nos quedó en el tintero cuando hablamos de “Quadrophenia”
Decíamos ayer que unas sintonías nos llevan a otras, como cerezas en cesta. Que es así, con la música, lo vivimos en la experiencia de estos artículos en los que la alusión a algún disco que nos ocupó emociones ha ocasionado por parte de buenos amigos precisas sugerencias de otros discos y grupos que de atenderlos convertirían esta columna en un monográfico musical. Cosa que no desdeñaríamos si no fuera porque nuestra pretensión inicial con estos escritos es la de traer memoria de cosas y acontecimientos variados de nuestra infancia y adolescencia, como quiso ser hace diez años con ¿Cómo están ustedes?
Cesta de cerezas o laberinto, porque incidiendo en The Who, mi colega Samuel Tortosa, sin desdeñar Tommy, del que hablaremos, apuesta por Who's Next, álbum del 71. Yo le retruco con el The Who By Numbers, del 75. Por su parte, nuestro apreciado director Carlos Prats, apunta, cambiando de banda y echando gasolina en la falla prendida, que no nos olvidemos del Led Zeppelin IV, grabación también del 71. Y no glosamos toda la extensa ilustración que Dióscoro Torres desarrolla cuando hablamos de música, precisándonos contextos y anécdotas, porque los curiosos las pueden leer en sus comentarios de Facebook; y ocuparían más espacio del que disponemos.
Por otro lado, nuestro apreciado paisano Antonio Gómez Ibáñez trae a nuestra memoria las audiciones que improvisábamos en su casa, en aquel cuarto acondicionado para disfrutar de manera selecta de los discos. Aquí fueron principalmente grabaciones de música electrónica y psicodélica: Alan Parsons, Pink Floyd, Tomita… El apunte de Antonio toca nuestro corazón por ahondar en las amistades de aquellos tiempos felices de escuchar música, con la funda del elepé en las manos, observando las portadas o siguiendo letras que la mayoría no entendíamos, pero las seguíamos. Y comentando los matices sonoros. Ya ven, cerezas bien gustosas que se engarzan con otras sabrosas cerezas.
Queriendo tratar sobre otros temas, queriendo deshacer esta guirnalda laberíntica, no podemos renunciar a hablar de otra ópera rock que cuando escribimos sobre Quadrophenia se nos quedó en el tintero. Nos referimos a Tommy. Sí, la que nos recordaba Tortosa. Teníamos previsto glosarla y lo hacemos con más razón ahora en homenaje a la inmortal Tina Turner, Acid Queen en la versión cinematográfica.
Tommy, cuarto álbum de The Who, grabado en 1969, en doble Lp, resulta una composición muy interesante al contraste con la BSO de la película de 1975, película dirigida por Ken Russell y en la que participan –The Who por aquí The Who por allá– otros artistas, resultando una pasarela de excentricidades que se suceden en el proceso estrambótico de búsqueda de remedio para la cura del shock de Tommy. Así Eric Clapton, la nombrada Tina Turner, Arthur Brown, Keith Moon –batería de The Who–, Paul Nicholas, Jack Nicholson. O el concurso estelar de Elton John como Pinball Wizzard. Esto sin olvidar una prodigiosa actuación de Ann-Margret, como madre de Tommy, y de Oliver Reed como "tío" Frank. Por su parte Roger Daltrey, cantante de The Who, se luce como protagonista. Inolvidables esas escenas sonando "I'm Free".
La primera vez que vimos la versión cinematográfica de Tommy fue gracias a May Ramírez, profesora de inglés. Siendo amigo de su hermano Juan Andrés, siendo si no críos tampoco adultos, supimos que la echaban en el Cine Avenida. En sesión doble con una película menos autorizada que Tommy. Servidumbres de la sesión doble no nos dejaban entrar. May dio la cara por nosotros, convenció al portero y nos dejaron pasar con la condición de salirnos al terminar Tommy. Eso hicimos. Y aquella tarde fue muy feliz.
Increíbles grupos, como increíble Tina Turner, recién fallecida.
La ceremonia de escuchar música en nuestro tocadiscos:
Levantar la tapa.
Escoger el disco (en versión single o long play)
Sacarlo de su funda a modo de sobre de cartón duro
Quitarle la segunda protección, de papel más fino.
Colocarlo sobre la base giratoria del aparato.
Y especial cuidado en dejar caer la aguja sobre el disco de vinilo, para evitar rayarlo.
Pasos obligatorios antes de que nuestro padre se sentara a escuchar su repertorio de zarzuelas o de bandas sonoras de Ray Connif.
Un lujo