Queer Cinema
Abandonad toda esperanza, salmo 598º
Tuvo que llegar 120 pulsaciones por minuto, proyectarse en el último Festival de Cine de Cannes y llevarse -además del Gran Premio del Jurado, segundo galardón en importancia tras la Palma de Oro- la Queer Palm, para que yo me enterara, mira tú por dónde, de que en este evento hay una Palma específica para las películas de temática LGTB. Investigo un poco y descubro que este premio patrocinado por fuentes privadas se concede anualmente desde el 2010 y que en el pasado ha recaído en dos joyas como Laurence Anyways y Carol, además de en otros títulos que no he tenido la oportunidad de ver. Sigo investigando, ahora ya sobre la propia película, y descubro que su director, Robin Campillo (del que en su día vi la interesante Les revenants pero me perdí Eastern Boys, esta también de temática homosexual) militó en la división francesa de Act Up, organización que todavía existe pero que tal y como representa el film vivió su momento álgido (y también el más difícil) a comienzos de los años noventa, cuando denunciaba públicamente la manipulación de las empresas farmacéuticas y señalaba con el dedo al gobierno de François Mitterrand y a su escasa atención a los enfermos de sida, muy especialmente a los colectivos más sacudidos por la epidemia -los homosexuales y los drogodependientes-, que caían como moscas ante la indiferencia de buena parte de la sociedad, incluyendo a quienes tomaban las decisiones importantes. Quien esto firma desconocía por completo la existencia de esta asociación -también es verdad que aquello me pilló muy joven como para ver telediarios-, pero los artífices del film consiguen que me implique emocionalmente en una historia que aúna de forma muy orgánica lo público (las acciones militantes de Act Up) y lo privado (las relaciones interpersonales de sus miembros), todo ello durante un metraje contundente -el film casi alcanza las dos horas y media- pero que interesa en todo momento. A destacar la labor de sus protagonistas, muy especialmente Nahuel Pérez Biscayart, cuyo personaje arranca siendo uno entre varios de un mismo colectivo y acaba erigiéndose en rol destacado (tan destacado como para dedicarle el estupendo cartel de la película). Pero sobre todo hay que señalar el desbordante talento de Robin Campillo, que gracias a este film se consolida como uno de los cineastas europeos más interesantes de la actualidad, y cuyo trabajo tras la cámara resulta aquí tan naturalista como los hermanos Dardenne y tan político como Ken Loach, a propósito de un tema que merece que se tome partido, y más pronto que tarde. Y es que con Cannes recién terminado, el fundador de la sede parisina de Act Up, Didier Lestrade, publicó una columna de prensa donde les pedía a crítica y espectadores, y por extensión a toda la nación gala, que a estas alturas mejor se ahorraran sus elogios, poniendo de manifiesto la hipocresía de la sociedad ante según qué temas. Nosotros también tenemos por qué callar: esta misma semana el Ministerio del Interior del gobierno del PP ha revocado la declaración de "utilidad pública" y los beneficios fiscales que esta conlleva a varias asociaciones que trabajan a favor de los toxicómanos, los refugiados o las personas en riesgo de exclusión social. Es muy probable que dentro de veinte años algún realizador español se vea en la obligación moral de hacer una película que denuncie nuestro presente.
No sé si la película de Campillo tuvo mucha competencia para alzarse con la Queer Palm del último Cannes, pero si existiera un Queer Oscar este año recaía sí o sí en Call Me by Your Name, adaptación de la novela de André Aciman que ha logrado colocarse en prácticamente todas las listas de lo mejor de la más reciente cosecha cinematográfica confeccionadas por la crítica internacional y que se ha erigido por tanto en "la película gay del año". Pero como no existe tal premio, la cinta de Luca Guadagnino tendrá que competir en igualdad de condiciones y por varias estatuillas (entre ellas el premio gordo de la noche) con el resto de títulos nominados, siendo uno de los poquísimos que podrían hacerle algo de sombra, que tampoco mucha, a las dos claras favoritas: la soberbia Tres anuncios en las afueras y la todavía inédita El peso del agua. Dudo que la Academia de Hollywood, por lo general bastante conservadora, se atreva a conceder el Oscar a la mejor película dos años seguidos a un film de temática gay, y el año pasado ya premiaron la soberbia Moonlight. Menos sorprendente sería que se hiciera con el de mejor guion adaptado, que recaería en el veterano James Ivory, director de una de las pioneras del cine gay de los años ochenta (Maurice, con un joven Hugh Grant), y que en una suerte de perversa justicia poética conseguiría así un premio que se le ha negado como realizador en sus tres nominaciones como tal hasta la fecha. Al margen de la carrera por estos premios, Call Me by Your Name (qué molesto resulta que no traduzcan los títulos, sobre todo cuando son tan maravillosos como este) es un estupendo y emotivo relato de iniciación sentimental y erótica protagonizado por Armie Hammer y un excelente Timothée Chamalet (atención a los títulos de crédito finales, donde en un plano fijo de un par de minutos el joven actor se ha asegurado la nominación al Oscar), y donde Guadagnino deja ver claramente que su referente fundamental es el cine de su compatriota (y amigo) Bernardo Bertolucci: no es difícil ver aquí ecos de la reivindicable Belleza robada o de esa obra maestra que es Soñadores. Pero ya que estamos con iconos del cine italiano, y si me preguntan mi opinión, "la película gay del año" es otra; y es que no puedo evitar el preferir, antes que los ecos viscontinianos de Call Me by Your Name, el espíritu rosselliniano de 120 pulsaciones por minuto.
De forma mucho más discreta que las anteriores ha pasado por la cartelera española la película noruega Thelma, a pesar de las buenas críticas recogidas y a un par de premios en el Festival de Cine de Sitges. Su paso por el certamen catalán se explica si se tiene en cuenta que este retrato de una apocada adolescente, además de retratar una relación lésbica, incluye un elemento propio del género fantástico: la protagonista tiene el poder sobrenatural de materializar sus deseos. Esto ha llevado a que algún avispado publicista recoja una de esas comparaciones de la crítica que tan bien vienen para vender el producto (o al menos intentarlo) y la presente como "una Carrie dirigida por Ingmar Bergman"; cito de memoria, pero creo que se hacen una idea. Más allá de esta afirmación, el nuevo trabajo de Joaquim Trier es una de las propuestas más interesantes del último cine europeo gracias a su poderosa puesta en escena y a la excelente interpretación de sus intérpretes, destacando sobre todo a su actriz principal, Eili Harboe, una joven de filmografía todavía breve pero a la que auguramos un futuro brillante. Imagino que la mayoría no la habrán visto -lo de que "se proyecta en cines de toda España" es, de nuevo, una expresión demasiado optimista-, por lo que les recomiendo que la recuperen en cuanto se edite en formato digital o esté disponible en alguna plataforma de televisión por cable. Y ya que hablamos de cine LGTB y de televisión por cable, me permito introducir una cuña publicitaria: Movistar+ estrenó anteayer Tom of Finland, el biopic del célebre ilustrador filogay del siglo pasado. De nada.
Un último apunte: Thelma fue elegida por Noruega para representarla en la carrera de los Oscar, pero le ha ocurrido lo mismo que a 120 pulsaciones por minuto, seleccionada por Francia, ya que finalmente ambas se han quedado fuera de competición. No obstante, el colectivo LGTB sí estará representado en la categoría de películas de habla no inglesa gracias a una producción de lengua hispana, la chilena Una mujer fantástica, que a decir de la gran mayoría de los que han podido verla -lamentablemente no me cuento entre ellos- es precisamente eso: una película fantástica. Fantástica de calidad, no de género. Y cuando digo género me refiero a género cinematográfico, no género... Bueno, espero que ustedes me entiendan. Y es que la polisemia me complica esto de escribir cada día un poco más.
120 pulsaciones por minuto, Call Me by Your Name y Thelma se proyectan en cines de toda España.