Realidad e idealismo
Dedicar tiempo a contemplar un ocaso es un acto de rebeldía frente al sistema en el que estamos inmersos. Y es gratis

Nos despertamos con aires de guerra, en este caso, comercial porque Trump ha vuelto a firmar subidas de aranceles; rápidamente interrogados por distintos medios de comunicación, economistas explican que esto va a suponer incremento de la inflación, bajada de la producción industrial y tensiones -más todavía- entre empresas y, por extensión, entre países.
Recién levantados, nos están llegando mensajes vinculados a la inseguridad del futuro cercano. Para echar más leña al fuego, China no piensa quedarse de brazos cruzados y está planteando contraataques comerciales porque no quiere perder las cuotas de mercado en todos los continentes que tanto le ha costado conseguir en los últimos dos decenios.
Las guerras de Ucrania o Gaza siguen enquistadas, al igual que otros focos bélicos. En este país, para detener el precio de las viviendas de alquiler que está obligando a miles de personas jóvenes a destinar mucho más de la mitad de sus sueldos a compartir habitaciones, el gobierno central y muchos de las Comunidades Autónomas proponen planes de construcción de miles de viviendas públicas cuando, desde hace años, existen cientos de miles edificadas y… vacías.
El posible control de los precios de los alquileres provoca que gente que es propietaria de muchas viviendas ponga el grito en el cielo porque vive del arriendo de estas y teme perder ingresos. Al socaire de estas tensiones, grupos nada democráticos, envalentados por el miedo y la inseguridad que parecen impregnar nuestra vida cotidiana, amenazan, insultan y destilan odio hacia ciertos inmigrantes -no a todos- o muestran su melancolía públicamente por el régimen franquista ante una pasmosa indiferencia de las autoridades.
¿Habéis visto el ocaso en muchos puntos de Villena? Es magnífico por la orquestación de grises, rojos y naranjas que se imponen en el vasto cielo. Eso sí, es efímero por lo que hay que saborearlo ya que en cuestión de minutos toda la gama cromática se desvanece para dar paso a la oscuridad.
El capitalismo nos lleva a creer y asimilar que nuestros actos deben ser productivos, rentables y, por ende, tener valor monetario; en caso contrario, son inútiles. En la coyuntura actual marcada por el miedo y el odio, quizás es el momento de reclamar la inutilidad, el derecho a la pereza y trabajar menos horas -algo que viene anhelando la clase obrera desde el siglo XIX-; de tener conciencia que los seres humanos y sus derechos tienen que estar siempre por delante de cualquier sistema económico; que quienes quieran dotar de sentido espiritual a sus vidas lo hagan sin impedimentos; es tiempo también para afirmar tajantemente que los recursos planetarios no son del país donde se encuentran sino que su propiedad es general y que compartir es mejor que competir.
Dedicar tiempo a contemplar un ocaso es un acto de rebeldía frente al sistema en el que estamos inmersos. Y es gratis. ¿Nos atrevemos, salimos de casa y miramos la puesta de sol de hoy? Un consejo: con gente alrededor, mucho mejor que en solitario.
Por: Fernando Ríos Soler