Cartas al Director

Repartiendo sonrisas en Marruecos

Decidido. Me voy. ¡Estás loco! Esa fue la frase más repetida por mis amigos y conocidos cuando les dije que este año no iba a estar en fiestas. ¡Pero si tú eres festero de toda la vida! Sí, eso ya lo sé; y precisamente por eso me voy, porque el año que viene las fiestas volverán a estar ahí y posiblemente me volveré a enfundar en mi traje de moro nuevo… pero hay algo que me tira mucho más que las fiestas ; y eso es mi pasión por el motor.
Cuando uno recorre casi mil kilómetros por caminos subido en una moto puede encontrarse muchas cosas… pero si además esos caminos son de un país como Marruecos, lo más probable es que encuentres pobreza, mucha pobreza. Pues con la intención de alegrar (y de nuestro propio disfrute por el deporte), por lo menos a los niños y niñas que viven en esas zonas, nos juntamos unos cuantos amigos y aficionados a las motos de campo y decidimos que, además de practicar el deporte que más nos gusta, podríamos llevar un trocito de felicidad a esos niños que están rodeados de la nada… en el mejor de los casos, piedras son los juguetes más habituales o algún trozo de piel al que le han dado forma de dromedario. Si hay suerte lo venderán a algún aventurero motorista o conductor de todoterreno que se detenga por allí cerca.

Es realmente impresionante detenerte en medio de una zona desértica, en la que aparentemente no hay nada a la vista y de repente girarte y ver como se acercan unos niños que con suerte, llevarán los zapatos rotos… ¿de dónde han salido? Viven allí. Se acercan, te miran, se sientan cerca de ti y montan una especie de tenderete en el que colocan los objetos que tienen a la venta. Lo cierto es que no quisimos comprarles nada. Pero lo que sí que hicimos es ofrecerle lo que teníamos; juguetes, ropa y compartir nuestros alimentos con ellos. Era digna de ver la cara de los niños y niñas cuando les regalabas un juguete…

Con la colaboración de la empresa local Juguettos (que amablemente nos cedió cochecitos y muñecas) y nuestro propio bolsillo, fuimos por aquellos lugares dejados de la mano de Dios repartiendo juguetes, comida y ropa. Nos hubiera gustado llevar un tráiler cargado hasta arriba en el que hubiésemos incluido medicinas y calzado, para poder haberles dado algo a todos los que nos pidieron pero por cuestiones de espacio sólo pudimos llevar un coche todoterreno cargado hasta arriba.

Desde luego es una experiencia única que te hace plantearte muchas cosas cuando vuelves a casa… Bendita locura, espero que no me cure nunca de ella y que pueda hacer lo que he hecho este año durante mucho tiempo.

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