Cultura

Robos

Permítanme, queridas personas, que comience esta historia dándoles un poco la tabarra con el conflicto que me ha traído a este momento. Antes de hablarles de los robos, que les aseguro que lo haré. Pero en primer lugar quiero decirles que si lo voy a hacer es porque no tengo más remedio. Porque ha pasado de castaño a oscuro. De modo que no lo haría, no lo he hecho –hablarles de robos–, hasta que he sentido que el problema afecta considerablemente a nuestra ciudad (y no sólo a mí o a mi familia). Y no me he decidido a hacerlo hasta que he considerado que nos enfrentamos con un problema de indefensión, vulnerabilidad, que obviamente pertenece a toda Villena.
Lo diré de un modo sencillo: la pasada semana asaltaron por quinta vez el campito de mi familia –situado en Las Tiesas para más señas–. La primera incursión fue el pasado verano, haciendo un agujero en la alambrada y sustrayendo parte del cableado dispuesto para realizar la instalación eléctrica. Los tres siguientes asaltos se produjeron a lo largo de un mes: diciembre. Primero se hicieron algunas herramientas: sierra eléctrica, taladro, maletín de bricolaje, carretilla. En la segunda incursión arramblaron con todo lo que encontraron en la barbacoa y despensa, incluyendo las botellas de refrescos, cajas de cerveza o botellas de vino, pero también edredones y ropa de cama. Fue el segundo aviso a la policía. Entonces, dos semanas después se produjo la inevitable entrada a la casa; tras intentar entrar por la puerta principal, cortaron los dos candados de la puerta trasera, rompieron el cristal de la puerta y se llevaron todo lo que encontraron: latas de atún, figuritas de decoración, botes de crema y colonias medio gastadas, mantelería, televisor, la bicicleta de mi sobrino de cinco años, las velas no usadas, la batidora…

Consultando en los campos vecinos confirmamos que no se trataba de un problema de nuestra parcela, que los robos se estaban dando en toda la zona, que incluso los ladrones habían tenido la despreciable osadía de matar a uno de los perros que custodiaban un chalet. Pero las autoridades nos comunicaban que dada la extensión de nuestro municipio era imposible hacer algo.

Ahora, pasado un mes y pocas semanas, cuando parecía que todo había terminado, nos hemos vuelto a encontrar la verja cortada. Han desaparecido más de diez ventanas de aluminio que nos regalaron y que guardábamos en el campo bajo una lona hasta que llegara el momento de utilizarlas. Da igual. Es nuestro quinto robo. Ya nos da igual lo que se hayan llevado. Ahora nuestro problema es otro: sentir que estamos a merced de los ladrones, saber que la policía, la guardia civil, no puede hacer nada. Conformarnos con el consuelo de tontos al conocer historias similares en el Morrón, en Las Virtudes... Sólo nos queda tomar conciencia de la miserable situación, intentar comprender los argumentos de nuestras fuerzas de seguridad cuando nos explican los motivos de su ineficacia, y desear que no ocurra ninguna desgracia.

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