Cultura

S. Isidro en Yecla

Debería resultarles extraño si les digo que no conocía el desfile de carrozas de Yecla. Un desfile donde pasean unas carrozas decoradas con papel de seda en honor a San Isidro. Me resulta extraño no haber sabido de la fiesta hasta ahora, y yo ya he coleccionado la treintena de primaveras.
De Yecla apenas reúno algunos datos: su imponente producción de muebles, su Teatro Concha Segura, sus casetas en la feria de septiembre, el estupendo parque cercano al Hospital y un pub donde me llevó Javi un día al amanecer pero que ahora no podría situar en el mapa. Del resto me informo en la radio al llegar las doce y media (es muy curioso escuchar cómo se valoran las intervenciones políticas y las actividades de una ciudad que apenas conoces, porque da pie a trasladar los “qués” y los “cómos” a nuestro mapa con suculento resultado).

Apenas nos separan un puñado de kilómetros de la vecina Yecla y aún así parece como si la invisible línea que a mitad de camino nos separa en diferentes autonomías se alzara como una muralla impidiendo que al decir “nosotros/as” ambas ciudades se alíen por pertenencia a una zona geográfica. Yecla es Murcia igual que Caudete es La Mancha. Pues miren ustedes, en Yecla –Murcia– se celebra San Isidro desfilando por las calles en carrozas decoradas por las asociaciones a lo largo del año. Nosotros estuvimos allí y volvimos encantados.

Las carrozas, veintinueve en total, representan de forma bien simbólica bien realista la exaltación de la vida agrícola. Algo que más pronto que temprano desemboca mayoritariamente en la vid y por supuesto en el vino. Figuras, algunas articuladas, de más de cuatro metros cubiertas con papel de seda de todos los colores desfilan entre unas calles abarrotadas de gente. Las vecinas y los vecinos se reúnen, grupos de amigos, asociaciones, sacan parapetos a la calle para ver pasar el desfile. Allí corre el vino y la cerveza generosamente (también las carrozas van bien provistas de vino). En la multitud una parte viste un traje tradicional, otra lleva un pañuelo rojo anudado al cuello, y otra vestimos lo traído de casa. Pero allí en la calle, con nuestro vaso de vino en la mano, no nos sentíamos extraños. En algún momento durante aquel desfile pensé que aquello sí era una fiesta popular. Ahora digo Fiesta Popular. Me gustó por ejemplo ver la paraeta del Cine Club Odeón, o la carroza de la Asociación de Discapacitados. Ver un espacio donde la celebración integra a las agrupaciones reales, las que visten de calle, las de todos los días. Por lo demás muy divertido para toda la familia, aunque no sé si la Salgado aprobaría lo del bebercio, el nuestro gracias a la amabilidad de Paco y Consuelo.

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