Saber para elegir
Siempre se ha dicho que el que no sabe es como el que no ve. Una de las funciones del Estado es asegurar una educación mínima a sus ciudadanos, proteger su salud y garantizar sus derechos individuales. Hoy más que nunca, acuciados por una crisis que nos va a obligar a revisar todos los parámetros que definen nuestra sociedad, debemos hacer hincapié en la educación como la fuerza que nos ayudará a salir del agujero en donde nos han, nos hemos, metido. La educación, la cultura, la preparación no es capricho de ilustrado ni de revolucionarios de Mayo del 68, sino, por el contrario, algo del todo imprescindible por que va ligado inexorablemente a la calidad de vida y a la capacidad de análisis y por tanto de elección.
En un sistema político en el que se eligen a sus representantes eso dice la teoría es imprescindible que el que ha de elegir, quitar o poner de su poltrona a los que le rigen, sepa separar el grano de la paja, tenga conocimiento, perspectiva. Para que, efectivamente, haya plena elección: libertad, para que no puedan engañarte sistemáticamente apelando a hechos deformados de un modo interesado. En ello nos va la vida. A las pruebas me remito. Votemos a un inútil y nadaremos en un caos del que será complicadísimo salir. Votemos a gente preparada y tendremos, al menos, una oportunidad. ¿O es que es lo mismo Zapatero que la Merkel, catedrática en energía nuclear?
En los tiempos más benévolos: Inteligencia, cultura, educación. En tiempos de crisis: más. Porque éstas te proporcionan capacidad de improvisación, supresión del error que viene de la falta de preparación. A mayor información, mayor capacidad de maniobra, mayor capacidad de adaptación, mayores posibilidades de elegir, que es en suma eso que llaman libertad. Porque no se puede elegir plenamente si desconocemos los factores entre los que hemos de escoger, si no sabemos los pros y los contras de una opción, si no podemos evaluarlas y darles su justo peso.
De ahí que sea tan necesario formar a la gente. Si es verdad que tenemos a los políticos que nos merecemos: merezcamos otra clase política. Elevemos el listón. Porque, como se dice en las malas novelas policíacas: ¿a quién beneficia el crimen? Sí. ¿A quién le viene bien la depauperación de la educación? ¿A quién le interesa que la gente tenga cada vez menos conocimiento, más información superficial, más entretenimiento barato, fútbol, telebasura, menos criterio y sea cada vez más maleable? Pues a los de siempre, a los que han hecho de la poltrona su medio de vida, que encuentran menos oposición en un pueblo servil, manso, al que se puede manipular de forma sencilla. Y a los grupos empresariales que sólo desean a gente dócil que no les dé problemas y sea poco o nada exigente.
Con frecuencia se ha dicho que la educación ha de ser práctica. Bajo esa letanía se han ido suprimiendo o hurtándoles peso específico en la educación a asignaturas como la filosofía, el latín y el griego o la literatura a favor de conocimientos supuestamente más prácticos. Pero, ¿hay algo más práctico que aprender a pensar? Pues en ello nos va la vida.